❄23: Lo más querido.

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Todo a mi alrededor comenzó a cambiar. No solo fuera, sino también en lo más profundo de mi ser.

De repente me hice consciente de cada mínimo detalle.

El sonido de la respiración agitada de Yves, el sollozo de Sala escondida junto a Michele, el olor de la sangre de Luca Crispino sobre la ropa de su asesino, la intensidad del brillo en los ojos de Yuri, pero por sobre todas las cosas, el melifluo sabor de la sangre de Yuri.

A un lado, Yves reprimía una expresión de dolor cubriendo el muñón que ahora tenía en lugar de mano. Me miraba furioso, en el rostro se le escribía un hondo deseo de
matarme. Sacudí los dedos en el aire y las gotas de sangre salieron disparadas de vuelta a su dueño.

Desconocía el momento en el que había tomado mi forma híbrida, permitiéndole a mis orejas y garras de lobo aparecer. Todo mi cuerpo se sentía ligero, y fuerte. Como si hubiese despertado siendo otra persona.

—Así que ya decidiste a qué bando perteneces—pronunció despacio, conteniendo el dolor que le invadía—. Es una pena que nuestra supervivencia como especie dependa de las decisiones de una familia tan débil como los Nikiforov.

Aunque escuchaba claramente sus palabras, poco o nada me importaba.

Estaba absorto en el sonido calmado del torrente de sangre que corría bajo mis colmillos y el sosegado latido
del corazón de ese niño tan delicado, tan precioso, tan... efímero.

—Viktor... —susurró incapaz de apartar el brazo. Se veía asustado y un tanto pálido—. Me siento mal...ya...

Con calma y cuidado extremo, aparté los colmillos de su muñeca, lamiendo sobre la herida que le había provocado.

—Tú quisiste lastimar a Yuri —murmuré sintiendo cómo una sensación desagradable me invadía.

—¡Porque es un maldito herbívoro y de eso se trata! —gruñó retador.

Pensé en lo que podría haberle pasado si yo no hubiera estado allí. Él o cualquier carnívoro lo habrían devorado,quitándole al mundo a una persona tan cristalina. Nunca me había enojado tanto una idea.

Me levanté al mismo tiempo que él se inclinaba hacia nosotros. De un salto logré apoyar un pie sobre su pecho
empujándolo hacia atrás y usándolo de apoyo para girar en el aire. Al caer, tenía el impulso necesario para correr a él, extender mi mano tensándola y apuntando a su cabeza.

—¡No, Viktor! ¡No lo hagas!

Me detuve. Cuando regresé en mí tenía a Yves en el piso y mi mano tiesa contra su frente. Un hilillo de sangre corría por debajo de mis dedos.

Temblaba, en sus ojos podía ver
el reflejo de los míos. Esa no era la mirada que yo tenía habitualmente.

—¿Por qué? —preguntó temblando—. ¿Por qué no me matas? Es tu naturaleza.

Vi a mi padre aparecer en la puerta.
Aparté la mano.

—Agradécele a Yuri que sigues vivo.

Papá había logrado restablecer un poco el orden junto a la ayuda de mi familia (que había sido alertada y vinieron en cuanto lo supieron) y los omnívoros, sin embargo, además de los padres de Sala y Michele, hubo más afectados.

Esa noche supimos que Yves Giacometti pertenecía a un grupo de rebeldes que se había autodenominado como los
Tigres Blancos, compuesto por aquellos carnívoros que iban en contra de toda norma en pos de la tranquilidad del mundo y buscaban la supremacía y empoderamiento total
de su especie.

HUNTER OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora