☾16: El dolor del lobo.

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Fuimos ubicados de manera provisional en un conglomerado de habitaciones donde también se alojaban los demás sobrevivientes y algunos pacificadores. Dada mi
condición, recibí un jabón especial para disimular el olor del celo en mi piel. Ya no lo hacía por los carnívoros, sino por otros herbívoros que se veían molestos conmigo.

Eso sumado a los supresores aseguraba su seguridad, o algo así.

Recordé las palabras de Leo cuando nos dirigió al lugar mientras subíamos por las escaleras tras de él.

—Actualmente tenemos mil sobrevivientes en la ciudadela, de los cuales solo treinta y dos son herbívoros y, ¿qué creen? Yuri y Guang Hong son los únicos omegas. El resto son alfas o betas —refunfuñó—. Como alguno de esos se acerque a mi pareja los morderé.

—Creo que es mejor si solo te centras en acompañarlo durante el celo —dije

—. Es... una situación un tanto
incómoda para nosotros.

—Lo sé. Pero pasa de ser un chico inocente, adorable y tierno a un enfermo sexual. Termino con dolor de cabeza en más de un sentido.

—Igualito a Yuri.

—¡Ya cállate, Viktor! —gruñí tan agresivo como podría llegar a ser, que no era mucho.

Si bien los omegas éramos en general sumisos, tímidos y muy maternales, tendíamos a cambiar drásticamente cuando llegaba el celo, llegando a ponernos en situaciones incómodas que creíamos imposibles en circunstancias normales.

Claro que a los alfa eso no les molestaba en absoluto.

Leo nos dejó en la habitación y básicamente me lancé a la ducha para tomar un baño mientras Viktor esperaba por algunos alimentos para la cena, o mas bien desayuno
considerando que ya era de madrugada.

Luego de ponerme el pijama provisto por los pacificadores, esperé por Viktor mientras me concentraba en mirar el techo, recostado en la cama.

Como él había dejado muy en claro que éramos pareja, no dudaron en darnos una habitación con una cama matrimonial.

Estaba muy cansado y ya amanecía, aún quería saber un par de cosas. Al final, terminé inevitablemente dormido.

Al despertar, por la luz supe que se acercaba el medio día. Aún me sentía cansado y una ligera fiebre impregnaba mi cuerpo. Me encogí dentro de la cama envolviéndome en las cobijas esperando que éstas cubrieran un poco el celo.

Viktor tenía mis pastillas, debía pedírselas.

Lo vi al fondo de la habitación preparando el desayuno en una pequeña cocina. Llevaba solamente el pantalón del pijama y lucía su amplia y fuerte espalda de manera descarada, a sabiendas de lo que provocaba en mí. Era mi cuerpo quien lo llamaba y mi corazón el que se desesperaba por amarlo, pero mi mente aún quería aclarar algunas cosas.

—Buenos días, amor. Nos trajeron algunas cosas para comer, estoy preparándote arroz salteado con verduras. ¿Está bien?

—Viktor... —llamé con la voz temblorosa. Estaba seguro de que él ya había notado las feromonas en el aire y solo estaba esperando a que estas hicieran estragos con mi cuerpo.

No había un jabón o supresor que cubriera por completo el celo de un omega para su alfa.

En los últimos tres años había sido relativamente fácil lidiar con el celo considerando que me había relegado a una zona solitaria.
Pero necesitaba sumergirme en agua helada para lidiar con él y las noches se hacían demasiado largas con esa urgente y molesta necesidad de yacer junto a una pareja. Un ardor inició en mi vientre, viajando por mis piernas y concentrándose en mi sexo y lo más profundo de mis entrañas. El deseo aumentaba junto al molesto cosquilleo en mi parte baja mientras mi piel se tornaba más y más sensible, tanto que hasta el imperceptible toque de las sábanas era incómodo para mí.

HUNTER OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora