Capítulo 82

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Capítulo 82:
❝El día más patético de la peor persona❞

   —¡Moto-san!
   Ese día, con la espalda apoyada en la viga de metal del edificio en construcción donde esperaban a Hawks, nuestra patética villana recordaba el día que perdió la pierna, el mismo día de la muerte de Shirakumo Oboro.
   Estaba en su pasantía. Shouta se encargaba de un nomu gigante, ella y Gran Torino estaban a unas cuadras encargándose de Noburu, el villano canibal. Ella se encontraba al límite de su quirk, le sangraba la nariz, las uñas y las encías, no tardaba en empezar a sangrarle las orejas también, debía acabar con ese sujeto lo más pronto que pudiera para luego ir con Shouta y Oboro a brindarles apoyo, sabiendo que ellos no podrían en contra del nomu...
   —¡Moto-san! ¡Ahora! —indica Gran Torino.
   Kana asiente y usa sus pocas fuerzas para elevarse del piso con el quirk de su mentor, rebotando pared a pared. Definitivamente podía derrotarlo ahí, usar un quirk para hacerlo dormir o derribarlo directamente.
   Pero sus ojos se abrieron ante una nueva posibilidad.
   Si su quirk la dejaba en un estado crítico entonces ya no podría usarlo nunca más, y su padre no podría usarlo tampoco. Ya no podría exigirle más. La amaba, definitivamente no la obligaría a estar al borde de la muerte por un estúpido quirk.
   ¿Verdad?
   De manera irresponsable cambió la dirección de su ataque. Dejó de ir hacia arriba y lo dirigió directo a su cara. El villano la vio, y como instinto abrió la boca para detenerla. Sus dientes perforaron su piel, su carne, incluso trituró su hueso en una sola mordida, la lengua del sujeto se aferró a su extremidad, hiriéndola. No le dolía, pero gritó por sorpresa. Se aferró a él, quemándole el rostro para que la soltara.
   —¡Moto-san! —exclama su mentor, afligido por la muchacha.
   El villano mide tres metros, es gigante a comparación del metro con setenta y cinco centímetros, por lo que no le cuesta sujetarle la cintura y tirar de ella, arrancando su pierna. Gran Torino le golpea el rostro para intentar alejarlo, pero solo logra que la suelte y la arroje al piso. Kana grita, esta vez duele mucho; es raro, le duele la pierna, pero sabe que no tiene pierna. La sangre brota a borbotones.
   Noburu huyó de la escena mientras Gran Torino cortaba un trozo de su capa para hacer un torniquete en su pasante.
   —¿Estás bien? —le pregunta, sujetándole el rostro para obligarlo a verlo mientras los paramédicos corren hacia ellos.
   —Sí —jadeó ella, se sentía cansada. Recordaba esa sensación horrible de sentir que cada vez le faltaba más y más el aire, como la escena delante suya se volvía más y más difusa, y los colores se desvanecían en negro. Le costaba mantenerse enfocada—. No, quizás no.
   —Quédate conmigo, niña —le pide. Los doctores la suben a una camilla, afirman más el agarre del torniquete—, vas a estar bien. No te duermas.
   Asintió, viendo como la sangre no parecía querer parar. Estrujó sus manos mientras le inyectaban adrenalina y le colocaban una transfusión de sangre.
   Llegó al hospital y estuvo largas horas en una cama. Dormida. Cuando despertó Shouta estaba a su lado, sentado en una silla, estrujando sus manos entre si y apretando los labios.
   —Shouta —murmuró confundida, frunciendo el ceño, se sentía aturdida, el blanco del lugar la cegaba—. ¿Estás bien? ¿Dónde está Oboro? ¿Lo internaron también? ¿Está bien?
   Los ojos de su compañero se llenaron de lágrimas.
   Y entonces ella supo que no estaba bien.
   —Shouta, ¿qué le pasó a Oboro? —masculló, sentándose al borde de la cama sin importarle la falta de su pierna, echó su cuerpo al frente y le sujetó el brazo, sacudiéndolo un poco— Shouta, dímelo, ¿qué le pasó a Oboro? ¿Dónde está? ¿Es su quirk?
   —Él... él no pudo lograrlo —sollozó, desviando la mirada, incapaz de enfrentar a Kana sabiendo lo importante que era Shirakumo para ella—, lo siento mucho. Él usó su quirk para proteger unos niños y una piedra le golpeó la cabeza. Murió al instante. Lo siento.
   Los ojos de Kana se llenan de lágrimas también.
   —¿Por qué no lo protegiste, Shouta?
   —Kana, lo siento mucho.
   —Shouta, yo lo quería. Tú sabías que lo quería. Shouta, tú sabías que él era un idiota, siempre poniendo la vida de los demás delante de la suya —su voz se quiebra, sujeta a su amigo con más fuerza—, ¿por qué no lo protegiste, Shouta? ¿Por qué lo dejaste solo cuándo sabías que era un idiota que yo quería? Si está muerto ahora es tu culpa, Shouta. Culpa de nadie más que tuya.
   El joven Eraserhead se arrebata de su agarre y se retira de la habitación, más dolido que molesto. Kana lo observó en silencio, con lágrimas en sus ojos.
   Observó su muñón envuelto en vendas cubiertas de manchas rojizas.
   Se sentía terriblemente vacía.
   Pero definitivamente no era por la falta de su extremidad.
   El doctor Ujiko, el asistente de su padre, entró en su habitación.
   —Que bueno verte por aquí, Keichiro —le habló animadamente, viendo la tabla entre sus manos.
   —Es Kana —lo corrigió, sin siquiera verlo.
   —Como quieras. Te tengo varias buenas noticias: estoy trabajando ya en tu prótesis para que puedas volver a tu labor lo más pronto posible, y la otra es que tu padre te tiene una sorpresa para cuando regreses a casa en unos días.
   —¿Volver al labor? —repitió, y levantó la mirada para enfrentarla con el doctor. Este se estremeció, tiene ojos intensos como los de su madre, pero un mirar aterrador como su padre.
   —C-Claro, no quieres quedarte atrás, ¿cierto? No quieres desperdiciar el trabajo duro por el que han pasado tu padre y tú hasta ahora, ¿cierto? Eres un ser casi perfecto, Keichiro, tú debes-
   Sujetó la silla entre manos y la arrojó al doctor, quien a duras penas la esquivó.
   —¡Es Kana, maldito anciano imbécil! —le gritó molesta. Ujiko estrujó su tabla entre manos.
   —¡S-Sí, Kana! —se corrigió, aterrado. La hija del All For One era temible, en un berrinche podía cortarle el cuello y el señor Shigaraki no sería quién pudiera defenderlo—Te dejaré descansar ahora, permiso.
   La joven se estrujo el cabello entre manos y tiró de este. Molesta. Iracunda. Furiosa. ¿Volver al labor? La próxima vez perdería ambas piernas y brazos, a ver si podía volver al labor.
   Y mientras apretaba sus manos en puños ante tal desagradable recuerdo de lo que podía catalogar como el peor día de su vida, escuchó un cuerpo aterrizar cerca suyo.

The Bad Guy ;; BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora