Capítulo 37

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Capítulo 37:
❝Gigantomachia❞

   —Oh...
   Kana observó a uno de los pocos seres que actualmente logra superarla terriblemente en tamaño. El hombre de piel dura como piedra, colmillos enormes y puntiagudo cabello marrón oscuro.
   —Este será tu nuevo entrenador, Kana —indicó su padre luego de ella haber regresado de su pasantía con Gran Torino.
   —¿Perdón?
   —A partir de ahora, cuando regreses de tus clases, entrenarás con Gigantomachia hasta que no puedas estar de pie.
   —Tengo tarea, papá —masculló, afligida por su integridad física y mental.
   —Supongo que tendrás que hacerla tirada en el piso, Kana.
   —Papá, estoy entrenando en la Academia... y ahora estoy entrenando con Gran Torino.
   —Entonces esto será fácil para ti, Kana —le sonrió con falsa calidez, colocando una mano en su cabello largo, marrón cobrizo—. Si lo derribas también podrás dejar de pelear, ¿sí? Así que esfuérzate. Yo estaré aquí cerca para que no te pase nada.
   —De acuerdo —masculló.
   El gigante delante suyo la observó. Por unos momentos rezó todo lo que se sabía para que le tuviera piedad. Para que tuviera compasión por la patética muchacha delante suyo, cubría su cuerpo con un abrigo más grande que ella esperando que esto escondiera sus músculos y él solo viera a una muchacha alta y delgada.
   Pero eso no fue así.
   Sus entrenamientos se llevaban a cabo sin quirks, por lo que la única forma de enfrentarse al gigante era con sus manos y piernas, además sus pesas de oro, claro.
   Noche tras noche acababa tirada en el suelo, jadeante, sudorosa, adolorida, con huesos rotos y órganos lastimados. Su padre la curaba siempre, pero solo para volverle a exigir ponerse de pie y pelear aún más.
   Una y otra vez.
   Salía de casa muy temprano, pues vivía considerablemente lejos de la Academia, salía al atardecer y tomaba el tren directo a su ciudad, llegaba a casa, se cambiaba y entrenaba hasta no poder ni respirar apropiadamente. Su padre la dejaba inconsciente en el piso y era su deber despertar lo suficientemente temprano para ducharse y marcharse. Hacia su tarea en el metro, en los recreos, el almuerzo y las clases.
   Olvidaba comer en el almuerzo, la cena se la saltaba por pelear, los desayunos le daban asco.
   Esa era su rutina.
   Ni siquiera en sábados y domingos podía descansar.
   Ese lunes llegaba particularmente exhausta, mientras hacía su tarea murmuraba para si misma los puntos débiles que había detectado en su oponente. A su lado Oboro, Shōta, Hizashi y Nemuri hablaban quién sabía de qué.
   —¿Tú qué opinas, Kana? —preguntó el muchacho nube, intentando involucrarla en su conversación.
   No respondió.
   —Kana, ¿estás bien?
   Oboro le sujetó el hombro.
   Y el cuerpo de Kana se estremeció terriblemente.
   Saltó de su asiento y abrazó su cuaderno.
   —Kana, luces terrible —señaló Shōta sin mala intención alguna—. Estás pálida, tienes ojeras. ¡Estás temblando! ¿Qué te pasa?
   —Estoy bien —miente, frunciendo el ceño y arrugando la nariz—. Es solo... la tarea. No se preocupen.
   El profesor de esa clase no llegó, lo que Kana agradeció pues así podría terminar sus tareas y darse el lujo de almorzar algo.
   Cuando la hora del almuerzo se anunció Kana ya tenía su estrategia totalmente lista. Se felicitó a si misma y cerró su libreta de anotaciones.
   —Vamos a comer algo, Kana —la invitó Hizashi, acercándose a ella y sonriendo ampliamente.
   —Sí, buena idea.
   Apartó la mesa de su pupitre y se levanta de su lugar.
   Dio un solo paso al frente.
   Y cayó desmayada.
   El primero en reaccionar fue Oboro, mandando su nube hacia su compañera para que esta amortiguara su caída.
   Su grupo la llevó de inmediato a la enfermería, donde Recovery Girl les informó que era un desmayo a causa del cansancio. Les explicó que habían restos de quirk de recuperación en su cuerpo, de recuperaciones intensas y largas, lo que quería decir que Kana había estado sufriendo daños severos y constantes que había estado sanando de manera artificial.
   Esperó que la niña despertara para regañarla por explotarse tanto, diciéndole que usar quirks de sanación de esa manera era perjudicial para el cuerpo de cualquiera. Le ordenó empezar a dormir al menos seis horas al día, y finalmente la dejó ir con un permiso para saltarse las clases y marcharse a su casa.
   —Tienes que descansar, Kana —recordó Oboro, sujetándole los hombros—. Eres fuerte, no necesitas serlo más.
   —¿Por qué no descansas? —masculló Nemuri, afligida por su compañera—. Shirakumo tiene razón: eres fuerte. Quizás puedas mejoras, pero... intenta ir a tu ritmo. No necesitas exigirte tanto.
   —Sí... lo sé —suspiró, masajeando el puente de su nariz mientras se colgaba la mochila al hombro—. Iré a dormir ahora —se inclinó delante de ellos, causando que su cabello cayera delante de su rostro—. Perdonen las molestias que he causado y gracias por cuidar de mí. Prometo cuidarme mejor.
   Los cuatro suspiraron.
   —Me iré contigo —sentenció Oboro.
   —¿Ah?
   —Me iré contigo —repitió, ordenando su mochila también—. No puedo dejarte ir así: no has almorzado, no has dormido, seguro no has comido desde quién sabe cuanto y si te dejo ir tú sola seguro llegaras a tu casa a entrenar más. No voy a dejarte hacer eso, así que me iré contigo.
   —Te meterás en problemas —masculló Shōta—, si se enteran te van a expulsar. Ella tiene permiso, tú...
   —¡No puedo permitirle a esta niña sufrir! —sentencia, y se golpea el pecho con una mano— Que me expulsen es un precio justo a pagar si así puedo saber que Kana está bien. ¡Ella no merece esto! Es una niña.
   —Oboro, estoy bien —murmuró Kana, apenada por molestar al sonriente muchacho nube.
   —¡Claro que lo estás! Ahora yo estoy aquí.

The Bad Guy ;; BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora