Capítulo 41: ...Lo inesperado.

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Nunca me había sentido tan atrapado y jodido en mi vida, sabía que aunque me lograra teletransportar fuera de la celda me quedaría atravesar todo un océano para llegar a Shurima. Quedaba odiar la idea de llegar a Noxus y tratar de escapar de ahí costara lo que costara.

No podía perder la calma en ese momento, tenía un plan y quedaba ejecutarlo. Habían pasado dos días y no me habían alimentado, supuse que era porque esperaban que rogara por algo  de comer, pero todos saben que los noxianos aprecian la valentía, incluso cuando se trata del enemigo o un prisionero.

-¿No vas a rogar por un poco de pan o algo de agua, prisionero?- Me dijo uno de los guardias con una sonrisa bastante altanera.

-¿Rogarle a un noxiano por comida? Por favor, no soy tan débil.- Contesté con la misma sonrisa, él se veía satisfecho con mi respuesta, me dejó solo por unas horas más.

-Aquí está tu comida. Eres el primero de  mis prisioneros que no me ha rogado por algo de beber o comer.- Rió fuertemente.- Y eso es algo que no se ve todos los dias, no te dejaré morir de hambre como a ellos.- Con una antorcha alumbró a otras celdas donde yacían los esqueletos de los anteriores prisioneros. Me sentí demasiado afortunado de haberlo retado. Comí un gran filete y una buena jarra de aguamiel noxiano.

A la mañana del tercer día en la nave de guerra, sólo un guardia vino a mi celda. Era enorme, tenía una cicatriz en el ojo izquierdo y una gran placa en su hombro derecho. Me arrojó unas esposas.

-Vamos, sabes lo que tienes que hacer. No querrás que La Mano de Noxus entre y te las coloque, créeme.- Dijo aquél soldado con una voz grave y directa. Sabía que si lo retaba acabaría muy mal, me recordaba al respeto que sentía por Garen. Me coloqué las esposas, tratando de dejar una floja pero él sujetó mis muñecas y las apretó fuertemente, se escuchó el clic.-Tienes agallas Jarro Plumaluz, si no fueras un prisionero pondría a prueba tu valía.- Sonrió, pude notar que se sentía demasiado orgulloso de su acento noxiano como para ocultarlo.

No hace falta que no quería provocar a ese sujeto, ¿verdad? Salí del barco con aquél gran soldado, era una mañana bastante soleada y se veía que los muelles de Noxus eran igual de animados y con mucho trabajo, como se vería en Piltóver o las demás partes de Runaterra

-Me enteré que los Du Couteau se van a encargar de este prisionero. No está nada lastimado, así  que no se lo envían a mi hermano si alguien les quiere pagar extra. ¿Verdad?- Se dirigió a los guardias con la misma seriedad que a mí.

Sin más, nos dejó a nuestra suerte. Supe que no tendría mucho más tiempo para escapar de ellos. Todos los guardias parecen tener algo en común: No se esperan que el prisionero se teletransporte a pesar de tener las manos atadas.

Huí lo más rápido que pude, las personas que caminaban tranquilamente se alejaban de mí, tal vez pensando que yo era un peligroso criminal por cómo me escoltaban.  Muchas mujeres  me gritaban y escondían detrás de ellas a sus hijos, demostrándome que no estaban dispuestas a huir. Los noxianos son completamente extraños, ¿quién me odiaría? Sólo los cazadores de tesoros y los arqueólogos de Piltóver, aunque bueno, en ese  momento no era muy conocido en Noxus.

Corrí unas cuantas calles más hasta poder vislumbrar el Bastión Inmortal. Aquél edificio proyectaba grandeza y poder, se dice que es la tumba de un hombre que desafió a la muerte y la pudo controlar a su antojo. No sé si sea verdad o no, pero la vista que tuve desde abajo era demasiado abrumadora y fantástica. Los noxianos son detestables, pero debemos ser sinceros, el Bastión da miedo.

Unos momentos después perdí a los guardias, ahora me veía como un comerciante de fuera por mi vestimenta. En ese momento encontré una sastrería para nobles noxianos, tuve que comprar algo más local para mi disgusto pero la situación lo ameritaba. El sastre era un shurimano, su tienda era impecable. Mientras me tomaba las medidas me habló:

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