Capítulo 54: La chica que regresó como un monstruo

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Dejando de lado mi dolor de cabeza, me levanté y tomé un baño. El agua fresca de aquél oasis me despejó un poco. Cuando decidí mirar de nuevo  hacia las aldeas al sur de Shurima algo me dijo que no estaba bien.

Se veían normales, uno  esperaría ver demasiada influencia del Vacío en aquellas aldeas, pero no. Lo que provocaba mi malestar era ver cómo había grietas o cuevas de gran tamaño cerca de ellas, parecían formaciones naturales, digo parecían porque en todo mi tiempo como arqueólogo nunca había visto formaciones tan perfectas y a la vez, extrañas.

Caminé durante unas horas. mi vista me había engañado. Las aldeas estaban jodidamente alejadas del oasis. Aunque esta vez no fue tan pesada  la caminata, encontré una formación que había pasado por alto, sólo que ésta sí había sido construida por shurimanos, por los antiguos, claro.

Saqué de mi mochila el mapa que mi visión de la jungla modificó. Había dibujado de manera casi infantil una edificación como la que tenía en frente.

"Ezreal ya sabía dónde estaba esto" Dije burlándome de mi experiencia del día pasado.

-Hey, muchacho.-Gritó la voz de un hombre.

-¿Qué sucede?- Contesté mientras me daba la vuelta para mirar al hombre. Era un carroñero, un hombre adulto con barba y cabello negros.

-No parece que tengas que entrar a estas malditas madrigueras por necesidad, si te sirve de algo el consejo de un hombre como yo: Aléjate de esa en especial.- Mencionó con mirada seria. El hombre apenas tenía con qué cubrirse del sol. Se veía sediento.

-Si necesita reponerse y beber un poco de agua fresca no muy lejos de aquí encontré un oasis. Se ve que lo necesita.- Lo llamé para que se acercara y pudiéramos conversar un poco más.

-Gracias por la información muchacho, pocas personas se dignan a hablar con carroñeros. Piensan que todos somos...-

-Ladrones.-Interrumpí.- Sé identificar uno en cuanto lo veo.-No puedo evitar soltar una sonrisa de confianza. Realmente no tenía nada de valor que pudiera ser robado.

-¿Por qué estás aquí? ¿No deberías estar con aquél grupo de hombres que vienen de Piltóver? Te ves como uno de ellos.- Menciona mientras se acuesta en una escalera, buscando sombra.-Aunque realmente te ves más agradable que ellos. Llegaron a aquella aldea- Señaló una aldea a unos dos kilómetros de distancia.- Cubiertos de sangre de Xer'Sai y con algunos de sus compañeros gravemente heridos, sin embargo ninguno murió. ¿Puedes creerlo?- Rió estruendosamente.-Los aldeanos están agradecidos con ellos, trajeron suficientes cadáveres de Xer'Sai para convencerlos de que las criaturas que mantienen a raya preferirían la carne de estos monstruos gigantes y poderosos a la de sus esqueléticos ganados

-Supongo que no llegaron de manera tan amigable a aquella aldea.- Murmuré, pensando en que quizá pudieran encontrarme.

-¿Bromeas? Casi tienen a esta gente completamente intimidada. No tanto como lo que tratan de apaciguar en el fondo de esas madrigueras pero saben que no se pueden meter con ellos...- Dijo mientras se limpiaba un poco los callos de sus pies.- Ves llegar hombres con armas desconocidas y pilas de cadáveres de los depredadores más temidos en Shurima, ¿te meterías con ellos?- Negué con la cabeza

-¿Es cierto que adoran a estas criaturas que tanto mencionan últimamente por los puertos más grandes?- Pregunté con verdadera curiosidad.

-¿Adorarlos? Sólo un imbécil que nunca ha viajado a esta región diría eso. Les TEMEN muchacho, saben que si esas criaturas quisieran, acabarían como la perdida Icathia. Si no les dan algo para alimentarse, los devoran. No sacrifican humanos como todos piensan, ¿por qué crees que esta región es tan buena con el ganado? Lo NECESITAN PARA MANTENERSE VIVOS y de paso intentar comerciar con las caravanas. Nosotros también usamos un poco de los restos de ese ganado para entretener a las bestias del desierto o a los invasores. No sabes cuántos de mis amigos han perecido por no haberse quitado unas monedas de encima.-El hombre contemplaba el cielo y el mar que se podía observar desde la estructura en que nos encontrábamos.

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