—¡Pero Niall, mírala!
Estabas acunando a tu bebé recién nacida en los brazos mientras mirabas a tu esposo, la angustia teñía sus rasgos. La bebé estaba profundamente dormida en tus brazos: tenía tus labios y la nariz de Niall, sin dejar atrás una pizca de tu terquedad. Era una bebé dura, en el sentido de que había sido increíblemente difícil acostumbrarla a tener un horario para dormir. Lloraba a todas horas de la noche y tenía un temperamento muy difícil.
Tenías que admitir que cuidar a un bebé era difícil. Niall y tú nunca antes habían sentido tanto cansancio como este: dormían por no más de tres horas durante los últimos dos meses, y ya estaban comenzando a sufrir las consecuencias. Tenías bolsas debajo de tus ojos como nunca antes, y a veces te costaba mucho trabajo mantener una conversación simple.
En ocasiones entrabas a la cocina con la bebé en brazos y la primera imagen que capturaban tus ojos era muy tierna: un muy agotado Niall durmiendo sobre sus brazos en la mesa de la cocina con una taza de café aún sin preparar a su lado. Tener un bebé era difícil, sí; pero valía totalmente la pena.
—Vamos, amor. Dámela. —Niall estiró sus brazos en un intento de alejar a la bebé de tus brazos, pero eso solo te hizo resoplar obstinadamente.
—No quiero—, te quejaste, acunándola más cerca de tu pecho y acariciando con tu nariz la parte superior de su pequeña cabeza.
No habías salido de casa desde el nacimiento de su hija. Ya eran dos meses y tú estabas entregada al cien por cien en el tema de la maternidad porque era algo que te hacía sentir completamente segura. Niall tenía que recordarte que debías ducharte o comer algo antes de ir a dormir porque de otra forma te enfermarías.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que tuviste tiempo solo para ti y por eso Niall había programado un almuerzo para ti y tus mejores amigos.
—Necesitas salir de la casa, amor. —te miró con ojos suplicantes. —Necesito que salgas y hagas algo por ti misma. —suspiró con sus brazos aún extendidos mientras esperaba que la bebé fuera puesta a su alcance.
—Estoy bien, ¡estoy ocupada cuidando a nuestra bebé, Niall! ¡Ese es mi trabajo! —Discutiste, con lágrimas en las comisuras de los ojos mientras mirabas a tu esposo hacer un ligero puchero.
—Lo sé, y estás haciendo un increíble trabajo, bebé. Pero también es mi trabajo cuidar de las dos... y necesitas unas horas de descanso. —insistió, dando un paso adelante para acunar suavemente el costado de tu cara en su mano. —Te amo... y estoy preocupado por ti. No vas a poder ser una madre tan maravillosa si algo te ocurre, mi amor. —resoplaste una vez más, pero esta vez molesta.
Sabías que tenía razón, pero no podías evitar fruncir el ceño al mirar a la pequeña dulzura que cargabas en tus brazos. Era una pequeña niña, con sus pequeños dedos y manos contra su pecho mientras respiraba tranquilamente. Cuando nació, Niall y tú pasaban horas y horas solo observándola dormir.
Sabías que tenías que cuidarte para poder cuidarla. Exhalaste un último suspiro antes de asentir con la cabeza, parpadeando para ahuyentar las lágrimas que se habían formado. Le entregaste la bebé a Niall, mirándolo con una pequeña sonrisa mientras él inmediatamente la acunaba contra su pecho y le daba un beso en la parte superior de la cabeza. Él la miró con tanto amor como lo hizo el día en que nació, su mirada te dejaba claro que Niall nunca dejaría que nada la lastimara.
—Volveré pronto. —murmuraste poniéndote de puntillas. Sabiendo lo que estabas buscando, Niall inclinó la cabeza para poder encontrar tus labios con los suyos en un tierno beso. Después acarició su nariz contra la tuya en un pequeño beso esquimal.