Con el paso de los días, las frescas sábanas blancas y el edredón de la cama del hotel se habían convertido en tu segunda piel y también la de Niall. Jóvenes y recién casados, liberaban endorfinas que ninguno de ustedes sabía que tenía hasta el momento en que finalmente se desnudaron.
Claro que había más actividades que tú y Niall habían programado además de rodar entre las sábanas bajo el sol de la isla soleada. Pero los primeros días de su luna de miel, ustedes dos estuvieron de acuerdo en reservarlos para saborear la piel del otro y caer en un pozo de gemidos y clímax felices.
Despertar a su lado era una de las mejores experiencias que habías vivido jamás. Lo único malo esta vez, era que necesitarías estar vestida con más que un par de ropa interior y una bata de baño porque pronto llegaría el servicio de la habitación del hotel.
Tus párpados se abrieron y después entrecerraron ante el brillante resplandor amarillo que siempre lograba colarse por las cortinas para desearles un buen día. Era algo soportable siempre y cuando el brazo fuerte que te ceñía la cintura permaneciera junto a ti al despertar el resto de tus días.
Te giraste en el abrazo de tu ahora esposo para presenciar su despertar, el leve movimiento de su nariz y la manera en cómo acomodó sus dedos contra tu costado indicaron que pronto lo haría. La familiar e innegable emoción por lo que habías tenido que pasar mañana tras mañana ante este hecho comenzó a acumularse dentro de ti a un ritmo exponencial.
—Buenos días, esposo. —susurraste al ver sus párpados moverse, igual que en los días anteriores. Cuando finalmente sus ojos se abrieron, admiraste el fascinante azul con el que ni siquiera el agua clara de Santorini podía competir.
—Buenos días, esposa. —Él murmuró en respuesta. Literalmente así han sido todos sus saludos desde que inició su luna de miel.
Apretó su agarre alrededor de tu cintura con un suspiro de deleite. La punta de su nariz se acomodó inmediatamente en el espacio de tu cuello que tenía una ligera marca que te encargarías de cubrir después. El cosquilleo provocado por el movimiento de su nariz te hizo reír. Cuando las yemas de sus dedos comenzaron a subir y bajar por tu piel desnuda, no dudaste en imitarlo, posando tus caricias en sus brazos bronceados y musculosos.
Él gruñó de placer contra tu clavícula y el sonido pasó como una descarga eléctrica por todo tu cuerpo. Te tomó unos segundos para reaccionar y que las yemas de tus dedos comenzaran a acariciar suavemente la piel recién punteada por la que debías agradecer al sol de la isla más tarde.
—Mmm... ¿qué? —Niall tararea mientras continuabas con tus caricias contra las pecas que se veían lentamente en sus antebrazos.
—Te están saliendo pecas. —susurraste alegremente, tocando cada pequeño punto individualmente antes de aprovechar la oportunidad para dibujar constelaciones imaginarias en su piel.
Levantó la cabeza de tu hombro y al mirarlo de frente te diste cuenta de que había más puntos marrones en sus mejillas. Le apartaste el cabello aplanado de la frente con una sonrisa tonta apoderándose de tu rostro antes de inclinarte para besar sus labios hinchados y rosados.
—¿Te gustan? —la comisura de sus labios se contrajo ante tu mirada amorosa.
—Me encantan. Deberíamos pasar más tiempo bajo el sol.
—Ni siquiera hemos salido de la habitación. —declaró Niall soltando una risa ronca. Te hundiste más en el colchón y tuviste el deseo de sentir su piel sobre la tuya por el simple hecho de escucharlo.
—Exactamente, así que probablemente deberíamos empezar a prepararnos para salir. —juntaste tu mano con la de él y comenzaste a deslizarte fuera de las sábanas con una sonrisa coqueta.
—Supongo que tienes razón. ¿Le gustaría acompañarme en la ducha, señora Horan? —Él te permitió sacarlo tentadoramente de la cama, juntando su cuerpo desnudo junto al tuyo.
—No esperaría nada menos. —respondiste, mirando sus ojos brillantes. Él inclinó la cabeza hacia ti con sus pupilas moviéndose descaradamente de tus ojos a tus labios.
—Tú también tienes algunas pecas, amor. —murmuró, tomando tu barbilla entre su pulgar y su dedo índice para inspeccionar tu piel brillante.
—¿De verdad?
La pregunta quedó sin respuesta cuando Niall juntó sus labios con los tuyos en un dulce y casto beso con la persistente promesa de que estarían juntos toda la vida.
—No. Solo quería darte un beso de buenos días. —admitió con una amplia sonrisa.