Estaba a punto de entrar a la residencia cuando sentí que Topal aun andaba detrás de mí.
¿Qué demonios hacía siguiéndome?
—Esfúmate, tu no puedes entrar aquí ¿Por qué siquiera sigues respirando de mi aire?—Le gruñí.
Sus ojos pardos se abrieron por la sorpresa, tenía las pestañas muy largas y oscuras como esas muñecas con la que Will jugaba cuando era niña.
Pestañeó y luego se volteó huyendo como corderito asustado.
Era un poco gracioso de ver, hasta casi me cambió el humor.
Vamos, que no todos los días veías huir despavorido a un chico como Topal.
Esperé a que desapareciera y crucé las puertas encontrándome con un Eric tumbado en uno de los bancos, parecía que se había dormido, tenía uno sus brazos doblado sobre sus ojos y el cabello flojo en la coleta que siempre usaba.
No pude evitar pensar que no quería casarme, en ese momento solo quería volver a casa con mi mejor amigo.
Vamos.
Hacía poco más de un mes que me mudé de casa de Eric.
El mismo tiempo que llevaba compartiendo piso con Romeo, podía no ser mucho. Podía no serlo, pero diablos. Unas cuantas semanas era de verdad bastante conviviendo con alguien como para descubrir las cosas que no te gustaban de esa persona.
Que yo no era un tipo quisquilloso, vamos, Había convivido casi 8 años con Eric y dios, que para convivir con mi pelilargo mejor amigo había que amoldarse.
No es que fuera mal tipo, solo que no le toques las cosas o se las saques de lugar porque todo lo zen se le iba a la mierda y entraba en modo killer.
Supongo que lo que para otros era exagerado, después de casi una década viviendo con él hasta se me hizo costumbre.
Que puedo decir, algunas de sus manías se me habían pegado.
Que va.
Me consideraba relativamente ordenado, lo suficiente como para volver la pasta de dientes a su sitio conservado la tapa. Pero tampoco era un obseso del orden. Yo no pedía que las cosas estuviera por color, no me molestaba si lo estaban, pero a mi paz mental le bastaba con que estuvieran ordenadas.
Solo eso.
Pero Romeo...
No recordaba que fuera tan desordenado.
Sonaba a cosas pequeñas, dios, yo sabía que eran cosas sin importancia pero me jodia, que va, como que de verdad me jodía llegar a la casa y que se hubiera bebido todas las latas del refri y no las hubiera cargado de nuevo. O peor, que se usara el papel higiénico y no lo cargara.
¡necesitaba limpiarme el culo!
vamos, que no se podía ser tan Guarro, todos tenían derecho a tener el culo fresco.
ESTÁS LEYENDO
Lo peor de mi (Gay+18)
Teen FictionHan pasado varios años desde que Jed y sus amigos dejaron sus años de adolescencia. Cansado de un matrimonio destinado al fracaso, Jed Jones decide apuntarse en clase de Kick boxing para evitar pasar tiempo en casa, lo que no espera es que el ins...