Hay un momento en el que te das cuenta que una persona es capaz de hacerte daño, lo ves en sus ojos, en su rostro, en el odio con el que exhala en cada respiración hacia ti. Lo sientes en tus huesos, el momento en el que ves lo peor de una persona. Yo estaba viendo en Romeo, en ese momento, no a mi esposo, no al chico de la heladería del que me había enamorado, sino lo que quedaba de él, lo que quedaba de nosotros después de una relación que nos había corroído a ambos. un hombre que yo no conocía. Estaba viendo a un hombre que me odiaba, y me di cuenta que yo también lo hacía, odiarlo.
había tanto rencor acumulado en cada célula de nuestros cuerpos, que resultaba increíble que no nos hubiéramos matado antes.
Miré a romeo a los ojos, las venas enrojecidas en sus ojos resaltaban signo de que su presión se había elevado, los instintos básicos de cada uno entrando en juego. Existe un momento en el que tu instinto de lucha y huida se activa, la sangre bombea más de prisa, tu pulso se acelera y te preparas.
Era ahora. desvié la vista un momento. Yo no iba a llegar al coche, no sin pasar por él. Tenia que prescindir de él. Carajo.
Di un paso al lado contrario.
-vuelve aquí.-dijo Romeo pero ya era tarde, yo salí corriendo con el único objetivo de llegar a la calle. Realmente lo intenté, salir.
No lo logré.
Romeo vino tras de mí y me arrastró adentro de nuevo. Él estaba gritando yo también lo hacía, nos golpeamos, dimos puñetazos, gritamos, arañé y mordí, todo a la vez, yo no lo escuchaba realmente, yo luché, luché como nunca antes lo había hecho porque sabía que si no lo hacía... sabía que sería el final ¿saben?
Yo no podía dejar que me arrastrara de nuevo a eso, porque lo haría y yo sabía que si volvía ya no podría salir. había tenido mi momento de lucidez, si lo perdía, si me perdía, yo ya no podría soportarlo, no sería hoy, pero lo haría, él acabaría conmigo. yo ya no soportaba a Romeo, ni su boca, ni sus roces, ni sus regalos baratos después de que la jodía.
Yo tenía que salir de allí, era lo único que tenía claro.
Podía oírlo insultarme pero era como una radio de fondo, yo ya había escuchado todos sus insultos, había recibido cada uno de sus golpes y humillaciones en pos de mantener un matrimonio visiblemente bonito. él no lo había hecho fácil, nunca me lo hacía fácil, tal vez yo tampoco se la ponía fácil ¿saben? en ese momento al menos yo no lo estaba haciendo. el me agarró y en cuanto intenté soltarme mordiéndolo estampó mi rostro contra el parabrisas del coche de alguno de nuestros vecinos, me sentí mareado, podía sentir la sangre bajando por el lateral de mi rostro, me sentí mareado, uno de mis ojos comenzaba a hincharse por los golpes anteriores. Tenía miedo ¿si? Pero no era una sensación nueva, yo había llegado a tener miedo constante, yo tenía terror de ir al mercado y tardar más de la cuenta o que él me diera un paliza por olvidar el orégano en la lista de compras. Yo había vivido aterrado en el último tiempo, aterrado de molestarlo, aterrado de perderlo, me había convencido de que sin él no me quedaba nada, y lo había creído, estaba aterrado de quedarme solo pero en ese momento viéndolo a la cara, con sus manos que consiguieron retenerme enredándose alrededor de mi cuello me di cuenta de que más me asustaba quedarme con él. Lo miré y no lo vi, yo no vi un hombre, yo vi la muerte, el apretaba los dientes, tenia su labio sangrando cortesía de mi puño pero no parecía notarlo, en realidad parecía completamente fuera de si, mientras que gritaba que era mi culpa, y que no dejaría que su esposo fuera una zorra revolcándose con otros, yo era suyo o de nadie.
yo había pasado una larga, muy larga temporada, esperando a que cambiara, había llegado al punto en el que ya no puedes romperte más, en el que un golpe nuevo no hace la diferencia, entonces solo quedan dos opciones, te rindes o luchas. Puedes perder o ganar, pero al menos sabes que lo intentaste todo. Yo nunca me rendía, siempre luchaba por la vida de mis pacientes y en ese momento, me di cuenta yo tenía que luchar por la mía.
Así fuera lo último que hiciera no me iría de este mundo sin pelear. Porque aquí y ahora, solo era yo quien estaba allí para ayudarme a mi mismo. Tenía que hacerlo.
-no te irás, me entiendes? no te irás, eres mío, si te vas te mato.-Dijo y sus dedos se apretaron tanto alrededor de mi garganta que sentí que se partiría mi tráquea.-Dime que te quedas, dime que amas, maldita sea.
yo abrí mi boca, en busca de aire, en busca de una ultima exclamación y lo dije.
-te.-El aflojó ligeramente su agarre y el poco aire entrando en mis pulmones ardió, mi garganta dolía, me estaba asfixiando, me estaba muriendo pero con mi último aliento conseguí formular esas ultimas dos palabras.-Te odio.
yo exhalé y fue estúpido y un alivio, pero Romeo volvió a gritarme yo no lo escuchaba muy bien pero podía jurar que estaba diciendo que me amaba y que yo lo había arrastrado a eso, si hubiera podido hacerlo, me hubiera reído, pero no podía. él apretó aun más y me relajé. En ese momento yo me sentía como si fuera un coche en un coche punto de estrellarme, y me encontraba en ese último segundo donde ocurre la magia, siete decimas de segundo, donde solo te entregas, yo me estaba rindiendo me di cuenta pero al menos no lo había hecho sin luchar.
-Te odio.-volví a decir, porque orgullo era lo único que me quedaba en ese momento. y paradójicamente, en esos últimos segundos volvía sentirme un poco más yo, volví a sentirme libre. Eso, era algo que Romeo nunca conseguiría
arrancarme, incluso si a esas alturas me lo había quitado todo.Fin junio 2020-julio 2021
Okey un final que la verdad no me gustó mucho. Pero en fin un año me pasé escribiendo esta historia ya era hora de decirle adiós. Espero sus comentarios y me dicen que les pareció en líneas generales los amodoro. Enseguida subo el epílogo
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Lo peor de mi (Gay+18)
Roman pour AdolescentsHan pasado varios años desde que Jed y sus amigos dejaron sus años de adolescencia. Cansado de un matrimonio destinado al fracaso, Jed Jones decide apuntarse en clase de Kick boxing para evitar pasar tiempo en casa, lo que no espera es que el ins...