-¿Recordaste al fin donde estaba tu casa?-Ese fue el recibimiento de Romeo cuando llegué a casa pasada las 12.Cerré los ojos y suspiré.
Yo sabía que él iba a estar enojado. Tenía todo el derecho a estarlo, yo solo me había desaparecido por casi dos días y no había contestado ninguna de sus llamadas. Yo en serio tendía a hacer mierdas como esas. Es decir, no había desaparecido, no como desaparecido de la faz de la tierra, si él se esforzaba en encontrarme, entonces lo hubiera hecho. No había muchos lugares de todos modos a los que yo fuera. Después de pasar la noche con Will me había refugiado en el hospital.
Me puse de cuclillas y saludé a Eddie que parecía desesperado por captar mi atención, Eddie también estaba acostumbrado a pasar largas jornadas solo, era una buena mascota si lo pensaba, siempre alegre al recibirme, lo único que necesitaba era que le mantuviera la bolsa de Dog Chow lo suficientemente cerca del suelo para que se sirviera en mis ausencias y una toma de agua al alcance.
Había resistido una década a mis cuidados de mierda, era un sobreviviente. Yo era una mierda de dueño, acaricié sus orejitas chuecas antes de alzarlo en mis brazos usándolo inconscientemente de escudo.
Yo apenas era capaz de hacer sobrevivir un perro, hacer sobrevivir relaciones era harina de otro costal. Miré a mi esposo.
Romeo estaba en la cocina, para variar. Ese hombre siempre estaba en la cocina. Mis ojos vagaron en dirección a Eddie, aún tenía puesto uno de sus pretales de pechera, la que tenía la estampa de smoking, por lo que parecía Romeo se había hecho cargo de cuidarlo en mi ausencia y lo había sacado a pasear, se lo agradecí mentalmente. Aunque no lo puse en palabras, yo realmente me sentía agradecido por el gesto.
Había tenido un día de mierda y no sabía explicar por qué me sentía tan mal, es decir, yo no tenía problemas con quien era, la pregunta de Topal había dado duro, lo admitía, yo solía alejar a todos siendo odioso, sabía que no era el tipo más amado del mundo, nunca necesité serlo, yo tenía lo que necesitaba en casa, o eso creía. De cualquier manera, yo realmente no sabía ser de otra forma.
Después de dejarle el último brownie a Topal en un gesto de generosidad extraño incluso para mi, había ido a buscar a Eric a su consulta.
Es decir, yo podría no agradarle al 99.9% del mundo pero había una sola persona a la que siempre le había agradado, la que siempre me recibía con una sonrisa de esas que te curan hasta el alma. Yo había ido por eso, porque a veces solo necesitaba verlo sin razón.
Pensándolo en retrospectiva yo era bastante dependiente de él, todo iba bien, normal, objetivamente solo había ido a saludar a Eric. Él estaba despidiéndose de su último paciente cuando después de saludarme noté un obsceno chupón en su cuello mientras se recogía el cabello con ese gesto tan automático de él, ni siquiera necesitaba un espejo para hacerlo, él siempre tenía una liga en la mano izquierda con la que aplastar su cabello cuando este comenzaba a descontrolarse, era una cosa normal en él, yo estaba acostumbrado a eso. Me era familiar, todo en él me era familiar, salvo por esa horrible mancha decorando su garganta de forma grosera.
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Lo peor de mi (Gay+18)
Teen FictionHan pasado varios años desde que Jed y sus amigos dejaron sus años de adolescencia. Cansado de un matrimonio destinado al fracaso, Jed Jones decide apuntarse en clase de Kick boxing para evitar pasar tiempo en casa, lo que no espera es que el ins...