Capítulo 35 | Haise

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Kapitel 35 | Haise


Julio 02, 2013

Tenía unas ojeras muy marcadas que no podía cubrir al no tener maquillaje. Akatzi se quedaba aquí, parecía, por lo que todas las habitaciones estaban repletas de ropa y utensilios higiénicos.

Nuevamente, la mano que movía los hilos, demostraba cuan poder tenia. Y cuanta astucia también. Se había infiltrado en territorio ajeno, silenciosamente, pasando desapercibido.

Sin embargo, quien sea que llenara los pequeños closets necesitaba una actualización de moda. Parecía que vestía un horroroso uniforme japonés.

Vestía una falda negra y corta de las tantas que había en el armario, tenía cuadros finos color verde. Una camiseta de botones que terminaba en mis muñecas, unos botines oscuros de tacón grueso y unas medias transparentes hasta lo alto de mis muslos. Mis tacones habían quedado en la habitación de Samael, y no pretendía volver por ellos.

Me gustaba la ropa ceñida y que mostraba mi cuerpo, pero mierda, esto era una abominación malditamente horrible, parecía que iba al colegio.

—Para rematar tienes cara de haber cogido, Lucielle Von Parker. —Negué observándome en el espejo antes de salir de la habitación en la que no había dormido. No pude hacerlo. Algo lo impedía. Algo que ya carecía de valor por haberse consumido, pero que rondaba en mi mente una y otra vez por lo delicioso que había sido.

El segundo piso era un eco gigante de las altas voces de Sillian y de Akatzi. Me dejé guiar para encontrarlos a todos en la ovalada mesa oscura desayunando como si no fuesen quienes eran. Desayunando amistosamente como si detrás de nosotros no tuviéramos una guerra.

Apenas me senté, los ojos pícaros de Sillian cayeron en mí. Lo observé cínicamente, a la espera. Samael también estaba en la mesa, por lo que seguramente recibió su dosis. Sin embargo, él nos ignoraba a todos épicamente, con esa soberbia envuelta en frialdad mientras mantenía sus ojos en el teléfono que miraba sin mucho ánimo. Curiosamente, cuando me senté, todavía ignorándome él sonrió.

Sillian no pudo sostenerme la mirada y riendo, pasó a observar a Rin.

— ¿Ves esa cara de cogida 10/10? —Su índice me señaló — Tu cara sería parecida a esa en caso de que me dejes meterme en tu cama.

Rodé mis ojos.

Akatzi carcajeo muy insolentemente mientras Etzan negó con lentitud la actitud tan confianzuda de su mellizo. Rin por su parte, sólo lo observó neutro antes de mirarme. Aparto rápido la mirada y chasqueó el índice con el pulgar. Dos mujeres que nunca había visto, y que vestían uniformes idénticos entraron a la habitación con carritos que sostenían platillos.

—Muchas gracias, amor. —Suspiró Akatzi a una de ellas. —Qué bueno que están aquí. Siempre desayuno solito.

—Más para ti. —Le respondió Etzan sin darle mucha importancia. Corine soltó una risa muy baja que hizo que Akatzi la observara intensamente.

Sostuve entre mis tenedores un pedazo de pollo muy pequeño y perfectamente picado mientras lo observaba. Vestía traje oscuro y cuatro anillos de los que colgaban finos colgantes con pequeños diamantes.

—Tu belleza, y la tuya —Nos señaló a ambas. —Son impecables. Sobre todo, la tuya, Mademoiselle. Pareces un pecado andante, credo con el único fin de tentar para destruir. Demasiado perfecta para este imperfecto mundo. Sensuel, Attractive, une Déesse. Indubitablement.

Abrí mi boca para hablar cuando Corine sonrió, pero Rin se me adelantó.

—Compórtate.

Akatzi fijo su mirada azul en la mía. Tenía ese brillo coqueto que debía ser prohibido para él. Me dio un guiño rápido que me saco una sonrisa notando lo poco que le importaban los protocolos, y que su actitud tan descarada, era un deleite innegablemente.

Los juegos de una Traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora