Capítulo 40 | Juicio -PT3

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Kapitel 40 |Dom –PT3


Por un momento hubo un silencio demasiado encantador.

El pasmo era algo majestuoso y totalmente notable ante la llegada tan sorpresiva para ellos del príncipe de la Bratva, eso, hasta que los murmullos se hicieron presentes como un zumbido molesto. La curiosidad los envolvía a todos, y eso era delicioso al dar un jaque que no estaban esperando.

—Cuanto tiempo, pequeño Haise. ¿Cómo estás?

Haise carraspeó con indudable molestia girando levemente hasta Houis el cual sonrío gustoso, burlista y arrogante dándole un saludo cínico moviendo en movimientos lentos tres de sus dedos.

—Haise. —Susurré en demanda. Lo observé cerrar los ojos con fuerza, buscando minimizar el odio. Buscando calmarse.

Houis se regodeaba con placer con aquella sonrisa tan sádica mientras relamía una y otra vez su labio inferior en señal de reto. El ruso suspiro mientras la mafia sueca lo observaba atenta y en total pasmo ante su presencia.

— ¿Tú vas a testificar a favor? —Le preguntó Wesland buscando que esa incredulidad no se notara en su tono de voz, pero la falla fue gigantesca.

Por largos segundos Haise solo lo observó neutral y vanagloriado. Había un notable reto en la mirada déspota que le regalaba e incluso era perceptible en esa aura de desafío al estar absolutamente solo en terreno sueco y, además, en un juicio que no le pertenecía.

—Mide como me hablas. —Le respondió lentamente, como si estuviera amenazándolo. —Y sí.

—Primero que nada, ¿Por qué? —Atacó Lësson a Haise con un tono que por todos lados mantenía viva la incomprensión, el repudio y altivez. —Ellos mataron a tu hermana y...

—Ahórrate los chismes que ya me sé. Pero es curioso que teniéndome aquí casi me los estén tendiendo en bandeja de plata, graciosamente eso deja mucho qué decir de su liderazgo. —Se cruzó de brazos sonando serio, y en cierta parte asqueado.

La cara de los presentes podía ser un poema. La suspicacia se marcaba en sus facciones sin ninguna careta de calma. No entendían, y la presencia de Haise los confundía.

— ¿Entonces por qué estás aquí? —Pregunto el otro.

Haise se encogió de hombros con demasiada elegancia y con demasiada soberbia.

—Porque sí. Los pecados de Etzan Illolent, Alek Drovanot... Y Houis Klarwring son perdonados en este momento. —Resumió con tanto poderío que hasta Timothy lo miró sin entender. —A ninguno le importan mis razones, pero si les importa mi ley.

— ¿Tu ley te permite perdonar a quienes han jugado con tu sangre?

Observé a Timothy con curiosidad, no era ingenuo, era astuto y malicioso y aunque Haise naturalmente desbordaba en su poderío cierto despotismo, no dudó en sembrar una daga en su orgullo. A lo que Haise se regodeo con una sonrisa demasiado problemática, demasiado llamativa.

—Eso es algo que carece de importancia para ti. —Murmuró petulante. —Confórmate con saber que ellos están perdonados, y que en dado caso que se inicie una guerra con Rusia, no será por ellos.

Sonó a amenaza. No dejé de sonreír, pero había leído ese entrelineas que indirectamente decía que él no iba a perdonar a Houis de lo que hizo, y que, pasado el tiempo, la ley de sangre por sangre se cobraría. Él solo iba a esperar.

Problemático.

Y encantador.

—Eso deja mucho que decir de ti, príncipe. Eso me parece gravísimo. No eres más que otro niño jugando a ser grande por el poder de su sangre.

Los juegos de una Traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora