Capítulo 65| Padua, Italia

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Kapitel 65| Padua, Italien


Lo hice, y para darle más gusto y simplificación al asunto, opté una pose sumisa dejando mis manos unidas sobre mí regazo, así como mis glúteos sobre mis talones, observándolo desde mi lugar. Frente a mí él se veía incluso más alto, lucía delicioso y abrumador con los músculos de su abdomen totalmente marcados, brindándome una deleitante escena que, sin mentir, únicamente me estaban haciendo pensar en él.

Una sonrisa curveó sus labios otorgándole una vista rastrera mientras una de sus manos tomó mi mentón con gracia, alzándolo aún más de una forma que quizás no cumplía con el papel de sumisa.

— ¿Las sumisas miran al amo como lo estás haciendo tú? —Preguntó elevando las cejas, luciendo retador y en parte descarado, metiéndose en el papel por completo.

— ¿Ya llegó el amo? —Inquirí para molestarlo. Él me soltó, soltando un suspiro áspero antes de mandarme a ponerme de pies. — ¿Para qué me dices que...?

—Que te calles. —Decretó caminando lejos de mí, con un tono frío y severo.

Lo hice observándole la espalda, el cuello, los hombros anchos y el corte de cabello. Incluso de espaldas Samael lucía como alguien inigualable, el caminar pretencioso también era un elemento destructor. Si fuera menos arisco, tendría todas las bases para ser un casanova hijo de puta.

Volvió a mí con ese caminar airado y soberbio, tomando con fuerza mis mejillas para estrellar su boca con la mía besándome con deseo y fuerza, traspasándome al mismo tiempo, un hielo. Finalmente se alejó dejando una lamida sucia sobre mi labio inferior.

Dio pasos obligándome a girar, e incluso me sorprendió cuando sin dejar de mirarme rompió los nudos intensos que le había hecho a la soga, liberando mis muñecas, dejándome con una mueca de interrogación marcada en las facciones.

— ¿Por qué?

—Cambié de opinión en algo. —Se encogió de hombros. —De igual forma, no pretendo dejarte ir ya que estamos aquí.

No le respondí, pero si elevé mis cejas porque si su plan era pretender ignorar la muerte de Lucien, lo que sucedía con Evan y el hecho de que mi vida se situaba en una cima putrefacta por externos, lo lograba. Era él lo único que podía tener en mente, él y ese azul demasiado frío. Es azul que lucía gris en ocasiones.

—Ven. —Me pasó por el lado quedando justo frente a su cama, señalándola con relajo. —Acuéstate.

Lo hice, así como él con suma calma rodeó ambos lados de mis caderas, tomando mis muñecas para atarlas con distintos pares de esposas, atándolas a la barra, dejándome con las manos extendidas a cada lado por sobre mí cabeza. No tomó mis tobillos, en su lugar me miró divertido antes de posarse en el medio de mis piernas, sin borrar en ningún momento la fina línea torcida que se situaba sobre sus labios y me regalaba una sonrisa descarada.

Sus dedos acariciaron el babydoll, jugando con el valle de mis pechos mientras a la vez, rozaba su entrepierna con la mía, creando una fricción deliciosa que me hizo lamerme el labio inferior. De una manera eficiente, desató el babydoll de cuero, dividiéndolo en dos ya que solo podía sostener mi cuerpo por medio de los lazos. Él sonrío gustoso y con aire pretencioso cuando mi desnudez quedó ante él.

Los juegos de una Traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora