Los juegos de una Traición.

| EXTRA | MI NOMBRE, MI APELLIDO, TÚ O YO

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| EXTRA | Mitt namn, mitt efternamn, du eller jag

Septiembre 15, 2021

—Quiero un tatuaje de la Yakuza. —Hablé sin un solo titubeo mirando al hombre de traje que se lucía al lado de mí como líder, aunque no lo fuera aun. Me miró de soslayo, y una risita corta pude percibir. —No estoy bromeando.

—Ya. —Asintió confiado, mirando al frente, justo donde una pelea de hombres era la diversión de la noche. —No perteneces a la Yakuza.

— ¿Eso es lo único que detiene el que me haga un tatuaje?

Se encogió de hombros, inclinándose un poco en mi dirección, lo que me dejó ver la frialdad reflejada en sus ojos oscuros y rasgados.

—Lo que te detiene soy yo. —Mencionó. —Yo trazo aquí tus límites por más madera que tengas. Si digo: no te tatúas, no te tatúas, así incendies el lugar, así te cabrees tanto que intentes matarme. No soy tu padre ni tu hermano, y por más apellido que portes mi palabra la cumples, ¿Es o no es, Felicite?

Una exhalación salió de mi boca porque si algo no me gustaba era que me dijeran que no. A mí siempre me habían dicho que sí. Siempre.

Mi padre era un hombre que me crío con la idea de que mi palabra valía, mis deseos se cumplan y mi mano podía tomar lo que quisiera. Mi pensamiento es que lo habían matado por culpa de Lucielle, y eso solo hizo un vacío más profundo en el sentimiento que había desarrollado por ella. Desde mi punto de vista, no había un lazo vivo que me uniera a ella, a fin de cuentas, ella misma lo había roto cuando por su culpa mi padre y mi madre murieron y desde entonces he tenido que estar fingiendo ser lo que no soy.

Me fascina la frialdad de la Yakuza. Me encantan sus movimientos y la convicción que tienen para moverse en todo el territorio, la organización más grande que he conocido sin lugar a dudas. Sin embargo, ese lazo de hermandad que tenían los Shōtoku era algo que yo no compartía.

Rodé los ojos mientras en una fosa sucia de encontraban los peleadores de la organización. Eran aquellos novatos que debían mostrar su valía a ver si servían o no. En la mafia, es un mutuo acuerdo, cuidas a la organización y la organización te cuida a ti.

—Han secuestrado a la mujer del Boss, y madre de Hassiel Volkov. —Alcancé a escuchar a Jin hablarle a Natsuki quién no movió un músculo de su rostro, únicamente se llevó el whisky a la boca para darse un trago corto. —Las indicaciones de Rin son claras.

—Yo no sigo las indicaciones de Rin por más que lo quiera. La sangre reacciona a la sangre, pero yo sigo lo que me favorece. —Murmuró sin culpas, haciéndome sonreír. Natsuki era capaz de dar la vida por cualquiera de sus hermanos, eso incluía a Rin. Pero el negocio era algo que llevaba tanto en la sangre como en la cabeza porque el fruto de su victoria radicaba en cómo manejar a la Yakuza.

—Simplemente dijo que no interviniéramos.

Natsuki asintió.

—Si Rin lo dijo, sus razones tendrá. No dudo de que tenga un plan cociéndose ya si no quiere que la organización lo respalde.

—Los Sjøholt están con Lucielle. —Murmuró Jin nuevamente, aunque esta vez me miró. No hice mueca alguna. No me interesaba.

Natsuki respondió como si yo no hubiera estado ahí, lo que me fascinó. Natsuki era ese tipo de hombre que se movía siempre en base a acciones necesarias. Eso me fascinaba.