Capítulo 44 | Mörkdöd

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Kapitel 44 | Mörkdöd


Julio 28, 2013

Me mantenía solo en la casa Von Parker. Mi tiempo se dividía en estudiar y entrenarme para luego enseñar a los tres salvajes y adiestrarlos.

Aprendían rápido. Eran buenos, carecían de la palabra cansancio. Eso me gustaba más de lo necesario.

Siguiendo patrones conocidos los hacia entrenar combate. No me excedía y tampoco los lastimaba. Me estresaba que me ponía límites con ellos. Límites que jamás tuvieron conmigo.

Pero siguiendo los patrones de los cabecillas, los hacia entrenar y mejorar en distintos ámbitos de modo que juntos fueran muchísimo más fuertes.

Por el hecho de ser niña. Seguir teniendo fe, y ser amable, Alaksmí era mi preferida de los tres. Así que a ella le enseñaba casi todo. A su hermano, Häel, lo mantenía enfocado en combate y desplazamiento de armas mientas que a Seth le dejaba el ámbito analítico. Sin embargo, los tres eran muy perceptivos.

Ellos tres y mis obligaciones acababan con mi tiempo. Y eso era excelente. Eso hacía que no maquinara de más. Me hacía calmarme porque no estaba ansiosa por salir y derrotar a más de uno. Me hacían esperar.

Sin embargo, mientras Felicite entrenaba con uno de sus entrenadores y a ellos les había dejado un análisis de perspicacia, no podía dejar de pensar en que alguna vez, todos fuimos niños a los que por obligación se les trazó un futuro.

No éramos distintos.

O quizás sí.

Pero teníamos en común que nos forjarán por obligación.

Ese pensamiento me llevó a lo que había vivido en días pasados. No me enfoqué en Evan, ni en Kátharsis, ni siquiera en los Sjøholt que tan impecables eran. Me enfoqué en mí.

¿Que era Lucielle Von Parker?

¿Qué historia dictaba su vida?

¿Era una mujer rota que no podía superar una traición? ¿Era una mentira que por respiración aspiraba engaños y secretos? ¿Era un espejismo de lo que había sido? ¿Era alguien que no podía dejar ir lo que fue y hoy era más distorsión que control?

¿O era todo eso?

—Así que es cierto. —Susurró una voz detrás de mí con un tinte de placer que me hizo rodar los ojos de inmediato. No me giré porque reconocer ese tono maldito no fue difícil. —Ahora eres mamá pollito. Que deshonra.

—Si lo fuera serías el padre. No te salves.

Él soltó una risita de gusto. De esas que tan inmundamente desbordaban perversión. Tan típico de él. Sonreí porque no podía verme, pero no descruce mis brazos.

—Uno de esos niños me recuerda a ti. —Le hablé cuando guardó silencio. Llegó a mi lado y se cruzó de brazos también mientras me observaba desde su altura con una ceja en alto con un alto interés. —Tiene el mismo patrón de violencia en los ojos.

— ¿Y el ingenio?

Me encogí de hombros.

— ¿Qué haces aquí? —Pregunté observando como a unos metros mi padre salía desde una de las puertas del jardín principal a encontrarse con el Consigliere Hodwerdflez.

Los juegos de una Traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora