Capítulo 50 | La calma antes de la tormenta

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Kapitel 50 | Lugnet före stormen


— ¿Por qué siempre tengo la maldita mala suerte de verte haciendo cochinadas? —Es lo primero que dice Etzan cuando entro a mi habitación. Suelto una exhalación cerrando la puerta buscando no perder mi buen humor, y me giro para observarlo sostener un peluche que no es mío.

— ¿Y eso?

Se encogió de hombros dándole una mirada sin nada de interés.

—Me lo encontré en la habitación de Alek. —Murmuró sin ganas, soltando un suspiro. —Promiscua. Ninfómana. Calenturienta.

Me reí y él me imitó. No tener vergüenza en ese momento era parte de la relajación que me había causado su hermano. Además, que estaba acostumbrada a la actitud de Etzan.

— ¿Celos?

Bufó inmediatamente y se arregló el oscuro suéter. Esas siempre eran sus vestimentas, ropa negra y suéteres. Es con lo que más cómodo se sentía, además que le daba un porte misterioso.

— ¿Qué haces aquí? —Pregunté sentándome en una de las sillas de mi habitación mientras él comenzaba a lanzar el peluche al aire para atajarlo.

—Primero báñate ¿No? —Se mofó con asco provocando que me riera. —Dale, te espero. No me gusta saber que vamos a tener una larga conversación estando contigo los fluidos de mi maldito hermano.

Rodé mis ojos poniéndome de pies para dirigirme al baño desvistiéndome en el proceso. Ya en el baño, me miré el abdomen vendado. Kol me había cuidado como si yo fuera parte de su familia. Podía ver algunas cicatrices que, con el tiempo, según Kol, ya no estarían. Normalmente, eran rosáceas al estar curándome por dentro todavía, pero ahora estaban rojas y obviamente era por lo que acababa de pasar.

Caminé hasta el jacuzzi escuchando como desde mi habitación Etzan comenzaba a colocar música. Fueron pocos los segundos que tardé en llenar el jacuzzi, así como fueron pocos los que necesité para llenarlo de espuma. Ya dentro del agua, me relajé por unos segundos o eso fue lo que busqué, mi mente no paraba de pensar cosas innecesarias.

La puerta se abrió y Etzan entró por ella trayendo consigo el álbum de fotografías que había robado de la mansión Hodwerdflez. Su atención no estaba en mí para nada, parecía inmerso en lo que veía, pues no me miró ni siquiera cuando se sentó en el banco al lado del jacuzzi.

— ¿Cuándo te volviste novia de Evan? —Preguntó en voz baja sin darme atención. Sus ojos azules se mantenían tranquilamente sobre las imágenes que veía con demasiado esmero.

—Vete.

Soltó una risa natural, de esas demasiado jodidas como para pasar por alto y me dio una mirada burlesca.

—No seas tan prepotente que casi siempre te veo follar porque de seguro el maldito mundo me odia para que siempre, siempre siempre siempre, justamente yo vea. —Rodó los ojos. —No es como que vaya a ver algo que no haya visto, así que no seas dramática.

— ¿Me has visto follar?

Asintió sin interés, metiéndose el pulgar a la boca para comenzar a morderse la uña, restándole importancia.

Los juegos de una Traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora