Capítulo 32 | Akatzi es Kátharsis

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Kapitel 32 | Akatzi är Kátharsis

Salir del despacho Hodwerdflez fue divertido si se entendía que caminábamos con altanería, pero por dentro hervíamos de ira. Octavious no había ganado, incluso aunque así parecía. Había caído en juegos adolescentes en tan solo un mísero segundo, demostrando que aquella perfecta serenidad que tenía contra enemigos había desaparecido. Y no había desaparecido por arte de magia.

Podía, como yo, fingir esa pequeña pérdida de control por la muerte de Evan. Y claro, todos creerían eso.

Pero, la verdad es que podía tener eso por cualquier mísera razón. Cómo tener un secreto gigantesco que moría por decir a voces. Razones había muchas, por lo que no podíamos enfocarnos en eso. Sin contar que mi presencia lo alteraba, pero la de Samael muchísimo más.

Pero si debíamos enfocarnos en que el Hodwerdflez mayor sabía más de lo que quería decir. En sus ojos azules brillaba la arrogancia. Sin embargo, le habíamos descubierto la manera en cómo hacer que el descontrol naciera.

Samael caminaba a mi lado impasible. En silencio, y con esa mirada violenta solamente enfocada al frente.

Vestía joggers negros junto a zapatos y camisa del mismo color. Lucía deportivo y superior.

— ¿Para qué viniste? —Mi curiosidad salió a flote y él rodó los ojos sin querer evitarlo.

Cuando por fin sus ojos recayeron en mí, la mirada que recibí, tan habitualmente molesta me hizo sonreír.

—Nueve dedos le dijo a Hanavy que estabas aquí. —Desvió la mirada nuevamente al frente. Saliendo triunfal de su propio castillo. Aquel que había sido su hogar. —A veces eres temperamental, imagina como termina eso cuando unes eso a tu arrogancia y brutalidad.

Le sonreí, pero no me vio.

—Necesitaba hablar con tu papi.

—No tenías una mierda qué hablar con él. —Sonaba enojado, sin pizca de querer detenerse a ver más allá. —Menos arriesgándote en su castillo. A veces es inevitable que seas imbécil ¿Verdad?

Quién rodó los ojos fui yo, detestando su existencia. Por más que estuviéramos saliendo, no era momento de hablar. Era propiedad de Octavious, potencial candidato a saber la verdad que para nosotros se mantenía en posibilidad.

Al pasar la puerta principal de la mansión que se lucía como un castillo milenio, lo primero que hizo Samael fue caminar hasta Lucien y conectar con fuerza y arrogancia su puño con el rostro del rubio, provocando que Hanavy casi carcajeara.

Me crucé de brazos cuando tomó entre sus dedos las mejillas de Lucien observándolo con total odio. Me interesó la escena, se me hizo placentera. Hubiera sido un deleite sin la presencia marginal de Hanavy.

—Haz tu maldito trabajo sin hacer idioteces. —Le soltó el rostro dándole a Hanavy una mirada cabreada que inmediatamente la hizo callar, pero sonreír. —Lo mismo para ti.

—Entendido, papi. —Respondió haciéndome parpadear captando totalmente la coquetería en su nefasto tono de voz.

Mal momento eligió ella para decirle papi. Mal momento. No era el maldito lugar. Aspiré y sonreí cuando Lucien se posicionó firme nuevamente, alzando sus ojos azules a la altura de los de Samael, derrochando cabreo. Un cabreo que no llegaba a nada ante la mirada tan fuerte de Samael.

—Parecen dos imbéciles.

Samael soltó una risa seca antes de girarse hacía mí, todavía con esa actitud de amo y señor cabreado con el insignificante mundo.

Los juegos de una Traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora