Capítulo 55 | Cambios constantes, decisiones y medidas importantes

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Kapitel 55 | Ständiga förändringar, beslut och viktiga åtgärder


Él sonrió insanamente. Cómo si mi pregunta fuera un gusto culposo que tan solo de pensarlo lo excitaba. Sin dudas fue una reacción tentativa que me sacó una sonrisa mientras él exhalaba fuerte.

— ¿Preguntas si tengo límites? —Preguntó con un tipo de curiosidad que aparte de interesada sonó descarada. Él parpadeó sin borrar el rastro siniestro de su sonrisa. —Pensé que sabías que no los tenía.

Una sonrisa nueva se deslizó por mis labios también y él adoptó una pose más relajada, dejando uno de sus hombros contra el marco de la puerta mientras a la vez, cruzaba un pie sobre otro.

—Nunca está de más preguntar. Pudiste cambiar de opinión, todos siempre cambiamos de opinión.

Él negó con su cabeza muy lentamente.

—Nunca cambio de opinión. Menos en esto porque los quiero a todos de rodillas, y si para eso me tengo que subir a la cima cortando cabezas, lo voy a hacer. —Respondió con esa típica falsa tranquilidad, como si fuera un rey piadoso que por los momentos no había levantado la mano en contra de sus enemigos.

» No tienes nada que perder, yo tampoco. Ese vacío que tienes en los ojos, lo tengo yo. No me tiembla la mano para tomar lo que quiero destruyendo lo que se me atraviese.

Caminó hasta donde estaba yo y en el proceso se fue sacando el suéter negro que vestía. No lo soltó, por el contrario, lo sostuvo con una de sus manos mientras mis ojos repasaban por completo su abdomen.

Estaba igual al mío tiempo atrás. Estaba herido y vendado. El color era una especie de oscuros tonos en uno solo. Unía el negro con el morado y verde, pero al mismo tiempo el rojo. Todo su pecho y abdomen lucía como algo asqueroso por tantos hematomas y heridas.

—En esa prisión todos me conocían. —Me dijo. —Y todos querían matarme. Claramente todos seguían órdenes, pero pensar que una masa tan grande en un territorio lejano se unió por un deseo en común me molesta.

» En esa maldita prisión todo fue una maldita contradicción. Para dejarme ahí me dispararon tres impactos más, por lo que prácticamente me dejaron moribundo. —Le sentí el sabor amargo en el tono. —Pero escucha la contradicción. Ellos me curaron y por cinco días nadie me tocó. Pero desde el sexto día tuve que vivir peleando y matando a todos los hijos de puta que me querían matar a mí.

Lo miré con confusión. Él por el contrario a mí parecía divagar en su mente y no controlaba sus expresiones. Lucía rencoroso y con odio.

—De todos esos, solo había una persona que no me atacó. —Me miró. —Mi compañero de celda. ¿Y sabes por qué no lo hizo? Porque, así como a los otros le pagaban para matarme, a él le pagaban porque no. Matarme ahí hubiera sido la solución de Octavious, pero al mismo tiempo, matarme ahí sin rastro alguno, sería un problema mayor porque Evan murió en su casa. Y la suma de dos más dos, es muy sencilla.

Si entendía lo que quería decir, pero claramente era confuso.

—Para resumir el cuento era la misma persona la que le dio la orden a toda la prisión y eso incluye a tu compañero ¿No? —Pregunté. —Un juego a base de indecisión. No sabían si matarte o no.

Los juegos de una Traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora