Capítulo 48 | Ángeles con máscaras de demonios, demonios con máscaras de ángeles

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Kapitel 48 | Änglar med masker av demoner, demoner med masker av änglar


Sonreí poniéndome de pies para acercarme a él. No dio un solo paso atrás. No sé movió. Solo pude ver por la luz de la luna, una mirada acechante y una pizca burlona en su sonrisa.

—Leí bien las migajas que dejaste.

Asentí.

—Las dejaste adrede. —Murmuró con cierta emoción, recordándome al hiperactivo tan dinámico de Noruega. —Ay, Lucielle.

Ensanché mi sonrisa por puro placer y él dibujó la suya. Hidan tenía un misterio en esos ojos azules. Un ingenio pesado. Y un pasado turbio y oscuro. Pero, todas esas eran virtudes al no ser debilidades.

A pie, comenzamos a caminar por el inmenso bosque que rodeaba la casa que habitaba Akatzi. Me di cuenta que, entre tanta oscuridad, y en lugares estratégicamente perfectos en caso de duelo, había hombres con vestimenta deportiva con pasamontañas y armas largas ocultándose en la oscuridad, atentos por si debían emerger de ella para defender.

— ¿Tus hombres? —Pregunté mientras me movía al lado suyo. Diederick bostezo, me giré a observar la maravilla de su perfil a la luz de la luna. Él no me miró.

—No doy pasos falsos. Yo todo lo hago por algo. —Ese toque de misterio en el tono de Hidan me hizo volver a verlo. Él me ignoraba con mucho gusto mientras detrás de mí Rin e Izav se movían con sigilo.

A cargo de la casa no había quedado Akatzi entonces. Había quedado Leiko. Akatzi podía hacer y deshacer, pero por mano, más peso tenía Leiko. La segunda mano de los Sjøholt era Leiko. La primera, Rin.

— ¿Quién te atacó? —Volví a preguntar.

Un bufido de fastidio escapa de los labios de Diederick, pero Hidan solo giró el cuello en mi dirección para achicar con placer su mirada en mí, entrecerrando sus ojos.

—Eso ya está listo. —Simplemente murmuró.

— ¿Y estás aquí por eso que sucedió?

Se encogió de hombros y no respondió. Al llegar a cierta parte del bosque había motocicletas y hombres en ella. Fueron ellos mismos quienes nos condujeron a la casa de Samael sin que yo les dijera la ubicación. Estaba lejos, pero supieron cortar el tiempo.

Al llegar, la fachada lucía gótica y rústica pero elegante como siempre. Una mini mansión sepulcral con el reflejo de la luna sobre sus paredes negras. El único sonido provenía de la fuente de ángeles luciente de blasfemias.

—Mal gustó no tiene ¿Eh, Derick? —Murmuró Hidan a su hermano. Diederick lo ignoró, colocándose la capucha de su suéter oscuro sobre las hebras blancas que relucían con la luz lunar. Hidan soltó una risa. Noté como se tocaba el cuello, ahí había una especie de cinta que entendí, era un comunicador.

Se subió el micrófono pequeño a la mandíbula.

Tenían que ser ellos los primeros en saberlo, sus mentes eran por mucho, casi perfectas. Por eso los elegí. Por eso, las migajas que deje solo habían sido para ellos, tan insignificantes y poco notorias, excepto para ellos.

—Eren. —Habló para luego guardar silencio. —La zona. Dame información.

Pareció tener respuesta inmediatamente. Asintió en silencio con sus ojos moviéndose por la fachada.

Los juegos de una Traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora