Capítulo 45

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Habían vuelto a la aldea y la anciana Kaede acompañó a Dakotsu a descansar. Todos ya lo hacían, excepto la sacerdotisa, quien se encontraba sentada en el césped observando la luna creciente. A lo lejos, un pequeño arroyo reflejaba su esplendor y las luciérnagas hacían un hermoso espectáculo de luces. Todo parecía tan Pacífico, pero el interior de Kagome estaba inquieto.

- Kagome, ¿acaso piensas enfermarte? Es una noche fría.
Gruñó ligeramente Inuyasha al acercarse a ella. Se quitó la túnica que siempre llevaba puesta y dejándola caer sobre los hombros de su contraria, se sentó a su lado para poder hacerle compañía. Sólo oyó un pequeño "Gracias", y eso le bastó para darse cuenta de que las cosas no estaban del todo bien.
- ¿Qué ocurre?.

- Dakotsu.
Fue lo único que dijo la sacerdotisa. El Hanyo arrugó un poco la nariz ante la mención de la chica, últimamente todo tenía que ver con ella y eso le inquietaba un poco.
- Hay algo en ella que me preocupa. Primero sus heridas graves que sanaron de forma rápida, casi como un milagro. Luego la fiebre después de alguna pesadilla... tengo una sensación en el pecho que no me deja respirar de forma normal cuando estoy cerca de ella al tener esos ataques.

- Así que tú también lo sentiste.
Interrumpió Inuyasha, lo que hizo que Kagome se girara y lo mirara de una forma que emitiera el mensaje de que se diera a explicar.
- Miroku y yo creemos que se debe a haber estado tanto tiempo expuesta a aquellos demonios que destruyeron su aldea. Sumandole el hecho de que había sido herida por uno de ellos, su cuerpo podría haber absorbido algo de ello haciéndolo así dañino para ella.

- Muchos demonios son verdaderamente venenosos.
Murmuró la mujer mordiendo ligeramente su labio inferior. No podía ponerse en el lugar de la joven, tampoco podía tratar de comprender el dolor que debía de sentir cada vez que esos ataques amenazan con destruirla desde el interior.
- Ella es nada más que una víctima.

- Yo sugiero que podríamos hacerle un exorcismo.
Ambos voltearon hacia donde provenía la voz. A unos pasos de ellos, el monje y su hijo se acercaban con las manos detrás de su espalda.
- Disculpen haber interrumpido, pero no pudimos evitar oír la conversación.

- Mi padre y yo pensamos que podríamos ser de mucha ayuda, además de erradicar lo que atormenta a Dakotsu.
Continuó el joven aprendiz sintiéndose seguro de sus propias palabras.

A Kagome no le resultaba atractiva la idea. No le parecía muy bueno el hecho de jugar con el cuerpo de una niña sin saber a lo que realmente se estaban enfrentando, ¿y si no resultaba?.

- Kagome, ellos tienen razón. Pero la decisión es tuya.

La mencionada negó con la cabeza, dándole a entender a Inuyasha que la negativa significaría que no le gustaba lo que tenían planeado. Pero tan pronto mencionó lo siguiente, los que se encontraban a su alrededor captaron su verdadera intención.
- La decisión no es mía. Es de Dakotsu de quien estamos hablando, ella debería decidir si quiere o no esto.

........

Los gritos despertaron a Kaede, quien había decidido quedarse con la joven hasta que se quedara dormida. Nuevamente, estaba completamente mojada y su cuerpo ardía en fiebre.

- Iré por Kagome.
Sango, quien había llegado tan pronto los gritos habían comenzado, a paso veloz cruzó hacia el prado donde se encontraban los demás. Al llegar allí, algo exaltada por la carreta, todos ya comprendían lo que estaba sucediendo.

Una mirada en conjunto fue suficiente para tomar una decisión apresurada, un asentimiento de Kagome fue lo único que necesitaron para poner en marcha lo que habían mencionado.

No deberían de hacer aquello sin el consentimiento de la chica, pero si lograban tener éxito, valdría la pena.

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