Capítulo 73

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No puedes controlar cuándo deseas que la marea colisione contra las rocas, no puedes controlar cuanta lluvia caiga en el otoño, tampoco puedes controlar el llanto tras ver que bajo tu propia mano una flecha fue lanzada para ir en contra de tu ser amado, en búsqueda de su corazón, en búsqueda a que dé un último aliento de vida.

Mas, mientras uno no pueda controlar ciertas cosas, otras personas pueden hacer algo para al menos soportar los cambios o los daños venideros.

Inuyasha por poco y esquivó la flecha, la cual se incrustó en el corazón mismo de una de las proyecciones que iba con la intención de atacarlo. Una especie de brillo consumió a la chica para seguidamente verla desaparecer en el sitio mismo.

A lo lejos, un aura oscura se elevaba de molestia a causa de aquel acontecimiento. Más aún, a causa del hecho de que aquella proyección no volvería a surgir tras ya haber sido purificada.

- ¡Ren!.
Exclamó con fuerza y aquel brillo de color azul volvió a tomar lugar en los orbes de la sacerdotisa. Kagome dio unos pasos y luego realizó una carrera hasta llegar a Inuyasha, al cual comenzó a lanzar flechas que cortaron parte de sus prendas mientras éste las trataba de esquivar, y de paso también la lluvia de látigos que hacían arder su piel con cada toque.

- Inuyasha... no puedo...
De los ojos de la sacerdotisa brotaron un par de lágrimas. Verse atacando a Inuyasha le dolía y eso hacía que una presión fuerte inundara su pecho.

- Resiste, Kagome.
Mencionó el Albino corriendo hacia la Dakotsu real. Pensaba que, si lograba acabar con ella, acabaría con todo lo que estaba pasando.

De repente, un cuerpo más apareció delante de él. Estuvo a punto de cortarla por la mitad con aquel ataque que había preparado para la chica de orbes carmesíes, sin embargo, tras encontrarse con Kagome en frente, el ataque fue desviado.

Una enorme explosión dio lugar más allá de donde ellos se encontraban. Llamando la atención de todos los presente a los alrededores. Incluyendo la de los 7 guerreros.

- Es una lástima, me gustaba esa mansión.
Jakotsu hizo un puchero mirando a lo lejos, donde una pequeña columna de tierra y humo se extendía sobre la montaña donde alguna vez se había encontrado la mansión donde se habían quedado. Donde habían ayudado a entrenar a Dakotsu. Donde pensó que podría quedarse una vez que recuperara su libertad.
- Bueno. ¿Qué más da?.

El Guerrero ladeó la cabeza y azotó su espada contra la humanidad del chico contra quien se encontraba peleando. Kunai fue lanzado unos cuantos metros hacia atrás al mismo tiempo que Jakotsu sonrió un poco caminando en su dirección.

El chico se puso de pie como pudo y volvió a atacarlo, pero sus golpes y patadas eran esquivados fácilmente. Jakotsu le dio una patada y volvió a lanzarlo al suelo, Kunai a penas podía moverse. Sintió un peso en su espalda tras haber aterrizado boca abajo, el pie del Guerrero se había colocado sobre él a modo de inmovilizarlo. Una fría superficie de metal acarició su mejilla, una línea fina de sangre fue dibujada y el chico gruñó a modo de respuesta. Luchando inútilmente para zafarse.

- ¿Qué te parece si te reúno con tu hermana?.
El filo de la espada fue elevada, las manos bien sujetas contra el mango y la diversión marcada en la velocidad y fuerza con la que la hoja bajó contra el cuerpo de Kunai. Sólo que no llegó a tocarlo a él.

- ¿Pa... padre?
Con su periferia sólo había visto las telas que vestía, pero aquel aroma era demasiado inconfundible para su propio hijo. Una mancha de sangre comenzó a formarse en el suelo, a la par que el chico logró ladear la cabeza lo suficiente para ver a Kouga de frente, a espaldas del Guerrero con tal de lo que parecía recibir con sus hombros la filosa hoja.

Kouga sólo pudo sonreírle.
- Perdóname...

......

- Sango, ¿porqué has vuelto?.
Preguntó Miroku algo sorprendido y confundido tras ver a la exterminadora. Buscó con la mirada a su hijo menor, sin embargo, no lo encontró.

- Mijatsu y yo decidimos volver luego de dejar a Shippo.
Lanzó su boomerang con tal de hacer camino entre lo que parecía un demonio que los seguía por detrás, sabiendo que aquella técnica no funcionaría para con el Guerrero que los esperaba más adelante.
- No podíamos dejarlo, excelencia. La familia siempre debe permanecer junta. Le dije a nuestro hijo que cuidara el cuerpo de Katana tras ver que su madre la dejó al cuidado del bosque...

- Se suponía que la señorita Ayame no volvería a involucrarse.
Una especie de ráfaga de aire arremetió contra ambos, pero el monje fue lo suficientemente rápido como para lanzarse sobre ella y así ambos caer al suelo.

- Hay cosas que no se pueden evitar hacer por amor.
Sango sostuvo una capa de rubor en sus mejillas por unos segundos, mirando con ojos brillantes al monje. El cual medio sonrió para seguidamente darle un beso en la frente.

- Cuando todo esto pase, señorita. ¿Le gustaría tener otro hijo conmigo?.
Levantó a la mujer y ambos corrieron hacia donde se encontraba Kyokotsu. Tenían algo pendiente con él.

- Sería un honor, excelencia.
Respondió ella siendo la primera en hacer un ataque con su boomerang.
- Pero primero, terminemos con esto.

......

- Perdóname...por no haber venido antes, hijo.
Kouga sonrió y su hijo no pudo evitar sentirse como un niño nuevamente. En esos momentos, quería llorar tras verse salvado por su padre en una situación como aquella.

- ¿Qué no te había mencionado que la traición se pagaba con la vida misma?.
Como una voz ubicada sobre ellos, el suave pero macabro timbre hizo presencia a pesar de que la persona a quien le pertenecía se encontraba muy lejos de ellos.

Tanto Kouga como Jakotsu bajaron la vista hacia el charco de sangre luego de que el primero se haya volteado a ver. Kunai abrió grande los ojos al mismo tiempo que Jakotsu se dejaba caer al suelo de rodillas con una lanza clavada en su pecho, de quien sabe donde la tomó el lobo, donde sorpresivamente para todos comenzaba a brotar la sangre.

Los orbes de Jakotsu se abrieron de par en par, estaba de los más sorprendido, de lo más shokeado al mismo tiempo que sus manos soltaron su propia espada para seguidamente dirigirse hacia donde el objeto lo había apuñalado.

- ¿Cómo... cómo es posible?.
De repente, el Guerrero recordó las palabras de la chica, haciéndose la idea de lo que estaba ocurriendo. Había sido él quien le había arrebatado el medallón a Dakotsu después de todo. Y ella había dicho que la traición se pagaba...
- Maldita niña...

Se suponía que mientras que Dakotsu siguiera viva, él sería un ser inmortal. Sin embargo, ésto cambiaba las cosas y la única que podía hacerlo, era ella.

Después de tanto tiempo, Jakotsu volvía a sentir lo que significaba el dolor, lo que era ver su sangre y lo que era el perder el conocimiento poco a poco hasta volver a caer en los brazos de la muerte. Tras cerrar los ojos, el viento comenzó a llevarse su cuerpo, el cual se volvió poco a poco cenizas hasta desaparecer por completo.

Una muerte rápida, sorpresiva y dolorosa. Una que no se hubiera esperado estando a servicios de un ser inmortal.

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