Capítulo 60

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La cueva se había tornado más silenciosa de lo normal; no había gritos, ni movimiento, solo el suave vaivén del viento entrando por pequeñas grietas. De repente, un ligero sollozo seguido de lo que parecía un gemido de tristeza.

Allí y entre tantos restos de aquel demonio que las había conducido a dicha cueva, se encontraba Dakotsu sosteniendo el cuerpo de Kanna. La joven pelinegra tenía los orbes rojos como cuando había luchado contra la araña y sus prendas habían sido manchadas con lo que parecía la sangre del demonio, supuestamente ácida, pero que aún así no pudo quemar la túnica negra. Arrullaba a Kanna como si se tratara de un pequeño bebé que tenía que cuidar, a la par que la albina mantenía su vista hacia el techo de la caverna al mismo tiempo que poco a poco, su cuerpo comenzaba e emitir diminutas esferas de luz escapando de su interior.

Dakotsu estaba llorando. No tenía idea del porqué, pero sentía una gran presión en el pecho que le impedía a toda costa detenerse. No recordaba la última vez que había llorado, era como si aquel pasado antes de la muerte de toda su familia no hubiera existido jamás, pero conocía la sensación del dolor, y ahora le dolía el alma por no haber podido salvar a Kanna.

La pequeña balbuceó su nombre junto con algunas otras palabras casi incomprensibles a pesar de estar tan cerca de ella. Suponía que era porque su cerebro aún no procesaba la situación. La pelinegra la miró, como si viera en aquellos ojos blancos el cómo su vida pasaba ante ella en pequeños flashbacks. No pudo seguir contemplando los orbes contrarios, ya que Kanna cerró los ojos y su cuerpo terminó por volverse un sinfín de esferas luminosas. Dakotsu no supo qué hacer en ese momento, sus brazos seguían extendidos en el sitio donde había sostenido a su contraria, mientras que sus ojos volvieron a la normalidad y sus dientes se apretaron con furia.

- Dakotsu...
Se puso de pie rápidamente al oír la voz de Kanna proveniente de aquellas luces que aún no habían desaparecido por completo, trató de acercarse pero sus piernas se lo impidieron, aún así, se mantuvo atenta.
- Gracias, por haberme dado sentimientos.

La pelinegra no comprendió a lo que se refería. No comprendía lo que ocurría, hasta que sintió la presencia de Kagura entrar a la cueva y situarse justo al lado de la menor.
- Tus inicios son humanos a pesar de que quieras reprimirlos, a pesar de que tu alma haya sido envenenada con la perla y con la esencia de Naraku. Tú eres diferente a él, Dakotsu. Es por ello que Kanna llegó a sentir afecto por ti, tu esencia humana fue transferida a ella en el lapso de su nuevo despertar. Y es por ello, que tú también aún puedes sentir dolor.
Dicho aquello, Kagura se acercó hacia donde las esferas luminosas comenzaban a desaparecer, acarició una con su mano y seguidamente la dejó ir con las otras al mismo tiempo que la luz que éstas habían causado, dejaban nuevamente a oscuras la cueva. La demonio volteó y se encaminó hacia la salida, dejando a Dakotsu pensando.

- ¿Es por eso que me salvaste?.
Preguntó la pelinegra, haciendo que su contraria se detuviera por unos momentos. Observó la sonrisa de lado de Kagura, pero aún así, no obtuvo respuesta y la vio salir completamente de la cueva, dejándola sola.

Dakotsu nuevamente se arrodilló ante el sitio donde había estado acostada Kanna, preguntándose qué haría a continuación. Ladeó la cabeza hacia su alrededor, encontrándose con los miembros destrozados de aquel demonio. No podía recordar mucho, pero estaba completamente segura de que había perdido la cabeza cuando observó a Kanna ser devorada por él, recordaba que había tomado una de las armas que se encontraban en el sitio y se lanzó a atacarlo. Luego todo se había vuelto borroso, pero aún sentía aquella fuerza con la que había sujetado la lanza que había utilizado, además del hormigueo en su cuerpo a causa de la gran utilización de su energía.

De repente, como si un interruptor de activara en su cabeza, las palabras que Kanna había mencionado casi de manera incomprensible vinieron a su mente.
- Hasta que el medallón se rompa por su cuenta, no se lo dejes a nadie. Ni siquiera a Kagura.

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