Capítulo 64

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Se dice que cuando estás más cerca del final, es cuando más duelen las cosas. Sientes que tu vida pasa por enfrente de tus ojos y te preguntas qué pudiste haber hecho mal como para que tu existencia se extinga de la misma manera que lo hace un llama.

La oscuridad alrededor es lo único que envuelve a un cuerpo que está cansado de sentir, que está cansado de ser usado, que está cansado de existir. Ya no hay marcha atrás, cuando cedes ante las calmadas aguas de lo que parece ser tu fin.

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En una aldea mucho más alejada, una sacerdotisa se encontraba recolectando algunas hierbas, preguntándose el porqué de la falta de noticias. Había pasado un mes desde que Dakotsu había desaparecido, tanto los jóvenes lobos como así también Inuyasha la habían buscado durante todo este tiempo. Pero no la habían encontrado. Sin rastro de aroma, sin algún incidido que pudieran llevarla junto a ella.

Había veces que Kagome se sentía un poco culpable. Culpable por tener que meter a muchas personas en esto, Dakotsu no era nada de ella y aún así, ponía a todos en peligro para poder encontrarla.

Elevó la vista cuando a lo lejos pudo notar una capa de polvo que se extendía a una gran velocidad. Abrió los ojos de par en par y se puso de pie al mismo tiempo que dos figuras idénticas, de no ser por algunos detalles, se presentaron ante ella.

- Kunai, Katana. ¿Han encontrado algo?.
Los gemelos lobos se miraron el uno al otro. La chica se encogió de hombros en señal de algo que no sabía como contar, mientras que el chico solo suspiró.
- Por favor, hablen.

- Encontramos una Aldea destruida a las afueras del valle. Está algo alejado de aquí.
Comenzó el chico, de su bolsillo saco un pedazo de madera pequeño, pero no era exactamente eso lo que quería mostrarle. Desenredó algo de él y se lo extendió a Kagome.
- Encontramos esto allí. Es el mismo aroma, así que supusimos que era ella quien estuvo allí.

Lo que el chico le había entregado a la mujer era una hebra de cabello. Kagome lo tomó y volvió a mirar a ambos jóvenes.

- Ya sabemos que no es mucho. Pero es suyo. Algunos de los nuestros están por el perímetro buscando algún sobreviviente o algo así, aunque sea difícil puesto que el ataque se dio hace ya más o menos semanas.
Katana rascó un poco su mejilla. Le hubiera gustado haberse quedado para seguir buscando con los demás, pero su padre había mandado por ellos para avisarle a Kagome. Lo que fue raro, ya que pudo haber mandado a cualquier otro.

La sacerdotisa asintió, con una pequeña sonrisa. No perdía las esperanzas, no ahora que sabía que Dakotsu puede aún estar viva.

- Vengan conmigo. Deben de tener hambre.
Al principio los gemelos se negaron, diciendo que podrían cazar cualquier animalito que encontrasen por el camino. Pero finalmente cedieron ante el aroma de un jabalí recién cocinado.

Mientras tanto y en otro sitio, los lobos se encontraban rodeando la zona donde había sido encontrada la aldea quemada. Siguiendo rastros ambiguos que no los llevaban a nada.

- Este aroma... me es familiar.
Kouga alzó la vista hacia donde parecía seguir aquel rastro extraño. Su nariz picaba y por un momento eso casi lo hizo estornudar ya que había algo bastante curioso en el aire.
- Necesito a dos conmigo para subir a la montaña Kugutsu.

Tras que el líder haya dicho eso, un par de chicos subieron junto a él. El camino era bastante empinado, también algo resbaladizo, habían rocas que caían conforme los pasos los llevaban más y más hacia donde a lo lejos parecía haber una cueva.

Un fuerte grito llamó la atención del mayor, el cual se puso en guardia por cualquier cosa, pero tras notar que se trataba de algo no tan... malo, decidió solo acercarse a ver.

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