Capítulo 77

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La vida va y viene, así como las estaciones del año.

La primavera marca el inicio de la vida, donde la chispa encendida da un aire de que todo será perfecto. De que aquello durará para siempre.

El verano llega con los primeros 15 años sobre la tierra, donde el corazón se llena de calor y las ganas de recorrer el mundo son lo único que emociona a todos. El deseo de aprender a volar con sus propias alas.

Con el otoño llega la experiencia, el amor y los sueños realizados. Se trata del clímax de la vida, donde las personas alcanzan su máximo esplendor, donde preparan todo para cuando la siguiente generación llegue a este mundo. Donde se preparan, para la llegada del día donde tendrán que dejarlo todo en manos de la siguiente vida.

El invierno es frío y crudo. El hielo marca un estadío donde las plantas no tendrán posibilidad de crecer, donde la vida misma, acaba convirtiéndose en cenizas blancas como los copos que caen sobre las ramas de los árboles. Un hermoso desierto blanco, donde la comida es escasa y donde los corazones de los que se han quedado atrás lloran por la pérdida.

El invierno es duro, en verdad. Y muchas veces se desea que llegue lo más pronto posible para que nuestras vidas terminen convirtiéndose en copos de nieve que caen como las lágrimas de los que alguna vez nos amaron. Pero bien se sabe, que los lienzos blancos de la vida no siempre permanecerán así, sin color.

La primavera está nada más a la vuelta de la esquina. El doloroso invierno que se vive ahora, se convertirá en la fuerza necesaria que se recuperará mañana cuando la primavera vuelva a sonreír.

Los tres guerreros, sintieron un fuerte golpe en el pecho. Como si sus corazones estuviesen siendo presionados con ambas manos. Detuvieron su búsqueda, impactados por esa nueva sensación.

Los tres se miraron entre sí. Uno más impactado que otro. Una sola palabra salió de sus labios.
- Dakotsu.

La carrera fue necesaria y conforme se acercaban al sitio donde dejaron a la chica, la claridad golpeaba sus mentes como una gran roca cayendo desde un barranco al vacío... ella los había engañado con tal de obtener tiempo. Tiempo suficiente para actuar. Tiempo suficiente como para impedir ser tomada y encerrada, todo con tal de que los demás vivieran alimentándose de su capacidad de vida eterna. ¿Qué hubiera ocurrido si llegaban antes? ¿Tal vez realmente la hubieran encerrado? Todo con tal que permanecer más tiempo en este mundo y hacer más maldades. Eso era algo de lo que Dakotsu ya estaba cansada.

Muy cansada... hasta tal punto, de que sus parpados comenzaron a cerrarse y al mismo tiempo que tomó la decisión de dejar de hacer esfuerzo para seguir a flote.

- ¿Tienes miedo?.
Le preguntó Ren a su lado.

- Ahora que me lo preguntas, un poco.
Respondió ella sonriendo de manera ligera.

Mei apareció a su lado, y pareció brillar un poco más.
- No temas. Estaremos contigo.

Otra lágrima resbaló por sus mejillas, y ella sonrió.
- Gracias.

Sus pies y sus manos poco a poco comenzaron a detenerse, el agua jalando de ella desde la profundidad. Se estaba dejando llevar y no se detendría.

- ¡¡Dakotsu!!.
Abrió los ojos de golpe. Cayendo de vuelta al mundo donde se había despedido ya hace más de unos minutos.

Sus orbes observaron a los guerreros a lo lejos. Pero había uno en particular que se encontraba ya dentro del pantano, dejando de lado la profundidad del mismo y acercándose a ella.

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