Capítulo 35

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La noche traía mucho consuelo para las personas que deseaban descansar de un día bastante agitado.

La Aldea estaba a oscuras ya y Dakotsu no podía conciliar el sueño.

Entre sus dedos, aquellos hilos metálicos se desplazaban como serpientes entre sus uñas mientras la chica acariciaba cada parte de las mismas, no imaginaba qué tan útiles podrían llegar a ser, hasta que accidentalmente una mala presión causó que le cortara la piel cerca de su dedo índice.

Aquello no la inmutó.

Se quedó observando la sangre emanar de sus pliegues abiertos, el líquido carmesí manchaba su almohada y poco a poco comenzó a sentirse mareada al mismo tiempo que una especie de oleada de calor invadía su cuerpo.

- La sangre... mi sangre...

De repente recordó que Kanna le había mencionado al respecto.

Bajo la vista hacia los hilos, al menos estos aún no se encontraban cubiertos de su sangre o de lo contrario ¿despertaría a Renkotsu? No estaba segura.

Tenía pensado reunir todos, cada uno de los fragmentos de los 7 guerreros y revivirlos de una vez, al mismo tiempo. Pero su curiosidad quería tomar un rumbo diferente, quería saber si funcionaría.

Tal vez, si lo despertaba, él podría ayudarla a encontrar los demás fragmentos...

Negó rápidamente y se levantó de su sitio, guardó los hilos entre las telas de su ropa con sumo cuidado y se dedicó a limpiar aquella sangre derramada para que nadie lo notara. Observó nuevamente su pequeña herida, la cual sanaría completamente en la mañana, y arrugó la frente.

- ¿Cómo pude siquiera ser tan descuidada?.
El enfado consigo misma acabó por cansarla. Sus parpados se cerraron y poco a poco se quedó dormida.

Tuvo un sueño bastante extraño. En él, un chico de larga y trenzada cabellera negra como la noche le sonreía, a modo que la curvatura de sus labios delataran la jovialidad de sus facciones a la par que unos dientes blancos y perfectos. Había un toque misterioso en aquellos ojos y una especie de atractivo peligro en la intensidad de los mismos.

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