Capítulo 33

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- Eso... ¿cómo podría hacer semejante acto?
Mencionó Dakotsu luego de un par de cosas que le había dicho Kanna.

Los 7 guerreros debían de volver a la vida y así, tanto la venganza de ellos como la de Dakotsu sería consumada para con Inuyasha.

Aunque la chica aún seguía un tanto confundida por el cómo la niña albina había aparecido ante ella, algo en el fondo le decía que debía dejar de lado aquellos miedos que podrían imponerse entre ella y lo que quería.

- Necesitas esto...
La voz de la niña era suave y los vellos en la nuca de Dakotsu se erizaron ligeramente mientras se acercaba hacia el espejo, en el cual aparecieron algunas cosas; eran fragmentos de objetos, pero no tenía ni idea de qué cosas se trataban.
- Algo que les pertenecían. Con tu sangre podrás revivirlos, así como pasó conmigo.

Quería hacer más preguntas, pero justo cuando su boca se había abierto para lanzar el primer cuestionamiento, la voz de aquella sacerdotisa llamándola por su nombre hizo que se tragara sus palabras. O al menos por el momento.

Volteó hacia donde ella la llamaba y sin girar a ver por última vez a Kanna, se alejó para allá sintiendo pánico al principio, pero total determinación cuando llegó a la Aldea y por poco tropieza con Inuyasha.

- ¿Dónde está Kagome?
Preguntó sin titubear mirándolo a los ojos.

- Eso debería de preguntártelo yo.
Aquellas palabras la sorprendieron.
- Llevaba casi una hora buscándote porque no te encontró cuando quería darte una medicina.

- Eso...
No recordaba que habría transcurrido ya una hora, pero de lo que sí estaba segura, era que si la sacerdotisa encontraba a Kanna, esto podría tornar las cosas de una mala manera.

- Señorita Dakotsu... ¿dónde andaba?
El monje Miroku se acercó rápidamente seguido de su hijo, no había reparado en que se preocuparían tanto por ella. Podría jurar que solo habían pasado 5 minutos desde que se había ido.

- ¡Inuyasha! ¿Cómo la encontraste?
La chillona voz de Kagome se hizo más fuerte conforme se acercaba hacia ellos.

El rostro del mencionado se mostró sorpresivo ante sus palabras.
- Yo no la encontré. Ya está bastante grandecita como para ir al bosque y volver.

Sintió ganas de mencionar algo ya que no le había gustado para nada la forma en que se había referido hacia su persona y el tono que utilizó con Kagome.

Pero en el rostro de la mujer, no reparó ante las palabras de él, sino más bien se acercó a Dakotsu y colocó una mano sobre su mejilla.
- ¿Estás bien?
La chica asintió sin decir palabras ganándose así una pequeña sonrisa por parte de su contraria.
- De acuerdo, entonces, vayamos a cenar.

Dakotsu solo asintió y les siguió el paso, como si nada hubiera ocurrido aquella tarde.
- ¡Ay!

Todos voltearon hacia ella y por un momento, sus mejillas se tornaron rosas al tener a aquellos cuatro pares de ojos observándola.

- ¿Está bien, señorita?
Fue el hijo del monje quien habló primero.

La chica sentía una pequeña punzada de dolor cada vez que daba un paso y en ese momento recordó el fragmento de espejo que había pisado.
- Ehm, si. Es solo que, al parecer tropecé con algo y se me clavó en el pie.

- ¿Podrías mostrarme?.
Kagome se acercó a la chica y ésta elevó ligeramente el pie para poder mostrárselo. Allí, a un pequeño costado del talón, una herida pequeña pero un tanto profunda se manifestaba.
- Mijatsu, ¿podrías acompañarla a que espere en su cuarto?.

El chico asintió y divagó la vista hacia la mencionada, quien enarcó una ceja hacia la sacerdotisa. Más no mencionó nada, ya que a pesar de que la herida sanaría mucho más rápido sin supervisión, debía comportarse como alguien normal... o lo que cabía con ser normal.

Ya al día siguiente se encargaría de comenzar la búsqueda de los objetos señalados por Kanna.

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