Capítulo 67

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En algún rincón de la mente de una persona, un laberinto de espejos ha de aparecerse. Un laberinto del cual nunca saldrá, a no ser que acepte lo que ahora sus ojos pueden apreciar. Sin embargo, hay personas que se atreven a hacer lo inimaginable, destruyendo así los espejos sin importar el dolor en las manos sangrantes, destruyendo así el destino escrito por alguien más y tomar así la decisión de crear uno propio. Una Bonita historia, ¿no?. Es bonito pensar en ello, pero ¿hacerlo? Esa es una cuestión completamente diferente.

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- No tenías porqué haber venido, Kagome.
Mencionó Inuyasha al trote, llevando consigo y sobre la espalda a la sacerdotisa.

A sus costados también se encontraban Kirara con Sango y Miroku sobtre ella. Kohaku los alcanzaría más tarde cuando preparara a las gemelas, las cuales también tomaban el rol de exterminadoras cuando la situación lo ameritaba. Mijatsu iba sobre Shippo, el cual convertido en una bolita rosa voladora seguía a los demás.

Era como si se estuvieran preparando para una guerra. ¿Sería así?.

- Si Dakotsu está en problemas, y si es como dicen los lobos. Necesitarán toda la ayuda posible.
Respondió ella de lo más seria. Pero en el fondo, estaba de lo más preocupada.

La tarde caía poco a poco y las palabras de más temprano aún resonaban en su mente cuando Kouga y su hija fueron hasta ella para dar una nueva pista...

- La encontramos. Se encuentra en la mansión abandonada, cerca de las montañas nevadas.
Había dicho Katana. Mirando entre Inuyasha y Kagome, le molestaba un poco ser la que estuviera dando un reporte. En especial a aquel par de seres. Pero también, había aprendido a no odiar tanto a Kagome tras haber salvado la vida de su madre.

- Iniciamos una búsqueda más exhaustiva, incluso mandamos a algunos de la manada para investigar más de cerca.
Kouga apretó los puños, como si lo que estuviese por decir le causaba mucho dolor. Katana compartió el sentimiento haciendo una mueca.
- Todos fueron cruelmente asesinados y lanzados al río que cruza la zona.

Eso había sorprendido de sobremanera a Kagome e Inuyasha. Estaban por preguntar, pero un recién llegado se adelantó a ellos.

- Todos fueron asesinados de distintas maneras. Zarpazos, Cortes con espada, algunos expulsaban pequeños gases por su boca, lo que creemos que causó que su cuerpo se secara como una fruta al sol.
Las miradas se desviaron hacia Kunai, que llegaba con un grupo de cinco integrantes más y su madre al lado.

Ayame se acercó y su hija fue a abrazarla. Los otros tres mayores se la quedaron mirando, hasta que Kouga fue el primero en hablar.
- Deberías de estar descansando.

La pelirroja soltó a su hija y dirigió la mirada hacia su pareja, estaba algo seria pero a la vez no parecía molesta.
- Estaba cansada de no poder hacer nada. Además, oí por parte de Kunai que los veteranos que mandaste a una misión habían muerto. Y como sólo quedan ancianos y cachorros en la manada, quise venir a ayudar.

- Tienen a Dakotsu, padre.
Aportó el chico acercándose al mencionado.
Tanto Kagome como Inuyasha dieron algunos pasos hacia adelante al oír aquello. Kunai ladeó la cabeza hacia ellos.
- Pudimos distinguir a 8 seres con ella.

- ¿Cómo eran? ¿Se trataba de yokai?.
Kagome juntó sus manos y los llevó hasta su pecho. Ahora su preocupación no podía ser escondida. Inuyasha lo notó y se acercó a ella para colocarle una mano en el hombro.

- Sentimos a un yokai. Pero los demás... no lo sé, tienen un aura muy distinta a lo que recordaba.
Eso último llamó la atención de todos los presentes. Ahora los pares de ojos estaban sobre Ayame.
- Esas presencias pertenecían a Kagura y a los 7 guerreros.

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