Capítulo 53

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Tan pronto Kanna se había separado de Dakotsu, tomó lugar sobre una montaña ubicada cerca de la cueva de los lobos, de aquella manera podría observar todo y a la vez resguardarse. Aunque bueno, poseyendo el medallón de Dakotsu, ella estaría a salvo.

- Creo que esto es una mala idea.
Comentó en un tono bajo al mismo tiempo que pasaba su mano libre -ya que con la otra sostenía su espejo- a través de los bordes del medallón. Hasta ahora notaba que había un pequeño patrón de líneas curvas en él, dejaba un detalle bien bonito, pero aún así, el grabado daba a relucir una escritura.

Estaba a punto de leerlo, hasta que escuchó una fuerte explosión en medio del pueblo de los hombres lobo. Los demonios habían comenzado a invadir su territorio, y por supuesto éstos se estaban defendiendo con todo lo que tenían: cuchillos, lanzas, garras y dientes. Poco a poco, la semilla plantada había brotado, ahora solo esperaba a que diera frutos.

Sus ojos blancos se paseaban de un sitio a otro, atentos ante cualquier indicio de...

- Un alma.
¿Qué mejor lugar para cazar almas que un campo de batalla?. Los frutos comenzaban a aparecer.
Tal vez las almas de los animales que morían a causa de aquellos demonios no fueran mucho, pero aún así ayudaban. En cambio, el plato principal se hallaba en aquellos que luchaban para defender su pueblo y aquellos invasores.

Una por una, las almas de los individuos dejaban sus cuerpos con la intención de desaparecer en el acto, sin embargo, eso no era parte del plan. Kanna colocó una mano sobre el centro del medallón y cerró unos segundos sus ojos, para seguidamente abrirlos a la par que extendía la mano hacia aquellas enferas luminosas que fácilmente podían ser percibidas por sus orbes. Las mismas cambiaron de rumbo y haciéndose más brillantes, se acercaron a ella para seguidamente ser absorbidas por el collar. Kanna pudo sentir la energía de las mismas, eran puras y a la vez realmente poderosas. No estaba segura si aquello se trataba del medallón haciendo efecto para con las mismas, pero sentía que su propia esencia se fortalecía. Por un momento había olvidado lo que estaba haciendo, se había centrado mucho tiempo en las palpitaciones provenientes del objeto alrededor de su cuello que, cuando observó nuevamente el pueblo, notó que había muchas más almas acercándose.

Una tras otra, las esferas brillantes se acercaron a Kanna, mientras ésta hacía todo lo posible para no perderlas. Todo estaba saliendo bien, hasta que de repente, una flecha con energía purificadora terminó justo a unos metros donde ella se encontraba, insertándose contra un árbol donde anteriormente había un demonio.

- Esto no es bueno.
Kagome e Inuyasha habían llegado para ayudar a los lobos. Las flechas eran lanzadas por doquier, una lluvia de ellas cayeron sobre un grupo de demonios que desaparecieron al instante. A la par, el Hanyo destrozaba a otro grupo utilizando sus garras y algunas veces su espada.

Esto era un festín para el medallón, pero a pesar de ello, Kanna no podía permanecer mucho tiempo allí, era peligroso. Cerrando su mano contra el objeto que absorbía las almas, un pequeño brillo dorado escapó del mismo a la par que se cerraba y de este modo ya no dejar entrar ninguna esfera luminosa.

- Ka... Kanna...

No necesitó preguntar nada, podía imaginar lo que había ocurrido con Dakotsu al sentir su voz llegar a ella. Así que sin perder tiempo, se dirigió hacia el lugar sin ser detectada.

Tan pronto llegó al sitio, se acercó a la pelinegra sin ladear la cabeza para preguntarse qué había ocurrido. Había supuesto que fue atacada por algo, y estaba en lo cierto, pero tampoco especuló el cómo la araña había quedado así.

- Dakotsu. Dakotsu.
Pasó una de sus manos por la mejilla de la joven, estaba ardiendo en fiebre. Eso hizo que Kanna se preocupara, no estaba segura de lo que podía hacer para ayudarla, y si no actuaba rápido, tal vez los demás las encontrarían o Dakotsu moriría.

Se quitó el medallón y lo colocó alrededor del cuello de la pelinegra. La observó por unos minutos y luego volvió a acercar la mano a su frente, la fiebre se había ido gracias a la energía adquirida dentro del collar, pero aún así Dakotsu no despertaría rápido.

Kanna pasó una mano por su propio pelo, y de entre las hebras albinas, sacó una pequeña pluma blanca la cual acercó a su pecho a modo de abrazo. Seguidamente, dejó la misma sobre el suelo y tomó una de las manos de Dakotsu, observó la palma por unos segundos y de entre su kimono tomó la piedra que la pelinegra había utilizado anteriormente. Sólo una punzada fue suficiente para que la sangre comenzara a brotar, cayendo justamente sobre la pluma haciendo que ésta se tiñera de carmesí. La pequeña herida se cerró al instante, tal vez era obra de la energía obtenida, no se quedó a averiguarlo, tenía que actuar rápido.

- Lo siento.
Mencionó la niña acercando la mano de Dakotsu sobre el medallón, seguidamente lo retiró y una pequeña esfera de luz escapó de la misma antes de volver a cerrarla. Kanna la guió con su mano libre hacia la pluma, la cual emitió un gran fulgor que la cegó momentáneamente haciéndola cerrar los ojos. Al volver a abrirlos, la figura de una mujer con preciosos ojos rojos se encontraba de pie ante ella, con un abanico en las manos y una sonrisa de lado.

- Es bueno volver a verte, hermana.

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