Capítulo 62

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- Una vez existió, un monje que se dedicaba a erradicar el mal y brindar una nueva oportunidad a aquellos que se lo merecían. Habían momentos donde el hombre dudaba si hacía el bien, o si el mal se disfrazaba de bien para poder atormentarlo, aún así, el siempre puso su completo empeño en deshacer lo maligno y remplazarlo con algo más puro.
Mencionó una pequeña luz parpadeante de color azul claro, la cual bailaba al son de una melodía inexistente dentro de la mente de la joven.

De repente, una nueva luz se unió a la primera, ésta tenía un tono igual de claro, con la diferencia de que era de color rojo.

Comenzó a moverse como si el viento lo causara, una voz emanó de ella.
- El monje poseía un medallón dorado, hecho de oro puro y detalles plateados, el cual había sido creado a partir de un simple artilugio perteneciente a una princesa, un pequeño espejo, el cual fue entregado a él en modo de agradecimiento tras salvar la vida del rey. El medallón fue purificado y colmado de oraciones por cada generación de monjes, y utilizado solo de vez en cuando si la ocasión lo necesitaba. Cosa que no ocurría a menudo, ya que aquel amuleto era bastante especial y si caía en manos equivocadas, podría desencadenar un horrible mal.

La parpadeante luz roja calló y seguidamente la luz azul comenzó a moverse de un sitio a otro, como si se emocionara con lo que diría a continuación.
- Al principio, los primeros monjes no comprendieron el porqué del diseño del medallón. Todos creían que solo era al azar, sin embargo, "El Ojo de Cristal" tenía un pasado mucho más antiguo que, a pesar de juntar todas las edades de los 14 monjes dentro del templo, jamás alcanzarían a llegar a aquella época. Sin embargo, el nuevo medallón no llevaba ese nombre, de hecho, se hacía pasar por una simple pieza de decoración alrededor del cuello de un anciano, así que no muchos conocían sobre él. Salvo que fuera el que heredaría la protección de la pieza y hasta tal vez, demonios que puedan sentir su enorme poder...

- Un kitsune, de hermosa melena Blanca y ojos azules, se había infiltrado en los dominios de aquel templo refugiando su verdadera forma debajo de una apariencia humana. Un joven que necesitaba ayuda, cuya caravana había sido supuestamente atacada y él había sido el único que había logrado escapar para buscar ayuda. Pero su verdadero objetivo, era conseguir el medallón.
Continuó la voz proveniente de la luz roja cortando completamente lo que la anterior estaba diciendo. Se escuchó un bufido por parte del recién interrumpido, pero no hizo nada para evitar que su compañera siguiera.
- Esa noche el amuleto fue robado, el monje encargado de su custodia afirmó ver un aura Blanca que lo hipnotizó para que se lo entregara sin hacerle daño. Lo cual cumplió. Pero más tarde, el kitsune fue tomado por sorpresa por una banda de demonios del pantano, quienes disputaron por quien mataría al zorro y quién se quedaría con el objeto dorado. Finalmente, el de mayor tamaño y fuerza ganó, tomando así la vida del zorro y como recompensa el medallón.

Tan pronto dejó de hablar, la luz de tonos azules tomó la palabra nuevamente, esta vez evitando tomar una pausa demasiado larga, la cual aquella otra luz podría utilizar fácilmente para continuar y quitarle una vez más protagonismo.
- La túnica de ratas de fuego negra ondeaba con el viento a la par que el demonio, que poseía una forma humana, caminaba entre tumbas de un cementerio que él mismo había creado para su difunta familia. Él estaba allí, completamente solo, más ahora que se había encargado de asesinar y tomar las almas de aquellos a los que había considerado compañeros. Pero no le importaba, después de todo, él tras ser el más fuerte, podía hacer lo que quisiese.

Tras pasar ligeramente la mano sobre la superficie fría del objeto, tres esferas escaparon de ella y se dirigieron hasta sumergirse dentro de las tumbas. La que alguna vez fue su esposa y dos hijos emergieron de las mismas, al principio solo huesos, seguidamente sus cuerpos tomaron estabilidad y apariencia viva, pero tan pronto la mujer abrió los ojos y observó al demonio, un grito desgarrador escapó de sus labios a la par que los niños lloraban. Durante toda la tarde, no supo cómo consolarlos, mencionaban que por fin habían encontrado La Paz, que por fin se habían reunido con aquellos quienes creían haber perdido hace tiempo y ahora... volvían para seguir sufriendo. Esa misma noche, el demonio no aguantó más y cedió ante los llantos de su familia, quitándole aquellas almas que les había otorgado, pero antes, había aprovechado para despedirse al no poder haberlo hecho la primera vez que los había visto partir.

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