Capítulo 18

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- ¡Mamá, mamá!.
Los gritos de Dakotsu inundaron la habitación despertando a todos, no sería sorpresa que también a los vecinos.

Minutos después llegó su madre a su llamado de auxilio. La examinó y la abrazó fuertemente.
- Aquí estoy pequeña, todo ha pasado. Solo fue un mal sueño.

La chica sollozaba entre sus brazos, presionando las manos en la cintura de su madre. Levantó la vista hacia ella y negó limpiandose las lágrimas.
- Tengo miedo mamá. No parecía un sueño, era muy real.

- Cuéntame cariño, ¿qué soñaste?.
Sakura acariciaba lenta y suavemente los cabellos de su hija mientras la pequeña comenzaba a relatar lo que había soñado.

Ninguna niña merece tener pesadillas como esas. Soñar con asesinar a alguien, era lo más horrible que se pudiera imaginar, más para Dakotsu que sólo tenía doce años.

Luego de varias horas de charla, Sakura logró calmar a su hija quien ahora reposaba la cabeza sobre sus piernas; una princesa dormida. Sus mejillas seguían rosadas por tanto llorar y su madre estaba realmente preocupada.

- Si ahora llora por sólo una simple pesadilla, ¿qué ocurrirá cuando realmente llegue a...
Dejó la frase a la mitad, ni siquiera en su propio pensamiento podría terminarla. Pero ahora, ella tenía una duda mucho más grande que el dolor que llevaba su hija en el pecho. ¿Quién era Inuyasha?. Cabello plateado, una larga y afilada espada, kaori rojo y una orejas de perro. ¿Sería un Hanyou?.

A la mañana siguiente, Dakotsu había despertado como si nada hubiera ocurrido. Sirvió el desayuno a su madre y luego de terminar de comer, la chica salió a caminar un poco lejos de su aldea.

Al principio caminó sin rumbo alguno, pero luego sus piernas la llevaron al monte Dākugurō; aquel que en su tiempo había causado gran confusión en la familia.

Cruzando delicadamente las piernas se sentó en la punta misma del monte, observando sin expresión alguna los campos aledaños a la aldea; era realmente hermoso, una magnífica pintura dentro de una galería de lienzos con horribles y distorsionadas pinturas. Dakotsu se sentía de esa manera, pero en otro escenario.

Una distorsionada pintura en un mundo de magníficas galerías de arte. Eso era ella.

Una pintura que con el tiempo la distorsión se haría cada vez más grande hasta dejar una gran y nubosa mezcla sin sentido. Un error para admirar.

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