Kohaku a la cabeza, Mika y Maki siguiéndolo de cerca y un gran grupo de exterminadores.
Por más de que no quería dejar a Miroku y Sango, Kirara fue mandada a hacer de guía para que los demás pudieran hallarlos. Ahora, los rostros de los recién llegados eran de asombro ante la vista del cielo al igual que la gran cantidad de niebla venenosa en el aire. Pero eso no era el mayor de sus problemas ahora.
- ¡Demonios!.
Gritó uno de los exterminadores, al mismo tiempo que los demonios comenzaron a arremeter contra ellos.Las armas fueron desplegadas, algunos humanos heridos y muchos demonios muertos. Todo al mismo tiempo que Dakotsu comenzaba a ponerse más ansiosa de la cuenta, no estaba segura del porqué, solo sabía que aquello desencadenó un dolor que amenazó con destrozarle el cuerpo desde el interior. Un dolor mucho peor que cuando había dejado que los demonios la hirieran para parecer una víctima más de lo que había ocurrido en aquella aldea.
- Dakotsu, ¿estás bien?.
Bankotsu la sujetó de la cintura ya que amenazaba con caerse al suelo, pero aún así, la chica cayó de rodillas al mismo tiempo que presionaba su cabeza.
- ¡Dakotsu!.Las proyecciones comenzaron a desaparecer una por una, dejando a la mitad lo que estaban haciendo. Los guerreros observaron confundidos el cómo las chicas que los acompañaban se hacían polvo ante sus ojos, distrayendose de paso para seguidamente unirse a la niebla con tal de alejarse del sitio, dejando solas a sus víctimas.
- ¡Kagome!.
Exclamó Inuyasha corriendo hacia la mencionada, la cual tenía la tez completamente blanca ante la falta de aire. Segundos después, pudo volver a respirar.- Inuyasha... mira...
Ella apuntó hacia los árboles. La niebla comenzaba a desaparecer y pudo ver a lo lejos varios cuerpos.Entre ellos, Kouga con una pequeña herida en el pecho cargando a su hija.
- Katana... ¡Katana, despierta!.
Pero la chica no despertaba.- ¡Padre!.
Kunai, llevando consigo a Ayame a medio rastras, llegó a donde su padre se encontraba. Los tres ahora se encontraban arrodillados al mismo tiempo que llamaban el nombre de la chica lobo.- No está respirando.
Kunai se encontraba en shock, mientras que su padre aún seguía llamando a su gemela. Ayame se encontraba igual que su hijo, pero había decidido abrazarlo a modo de que no se rompiera allí mismo. En esos momentos, el chico parecía un pedazo de cristal a punto de quebrarse.Kagome e Inuyasha se acercaron a la familia. La sacerdotisa había vuelto a recuperar color, pero su respiración era trabajosa. Abrazó a Inuyasha y escondió el rostro en su pecho, ella más que nadie sabía lo que era perder a un hijo y en esos momentos, el dolor en su pecho había vuelto como si no hubiese pasado tiempo desde que su hijo se fue.
- Katana... ¡Katana, despierta!.
Gritó Kunai soltandose del agarre de su madre para luego acercarse y abrazar a su hermana.
- ¡No puedes estar muerta! ¡Despierta!. Me prometiste que iríamos juntos hasta el final, que moriríamos juntos en batalla, que tomados de las manos protegeríamos a la manada. ¡Me mentiste!. ¡Katana!.Ayame ya no había podido contener las lágrimas. Y al vislumbrar a Kagome, se puso de pie para acercarse a ella.
- Todo esto... tantas vidas perdidas... Katana... ¡Todo esto es tu culpa! ¡Mi hija está muerta por tu culpa!.
Ayame estuvo a punto de abalanzarse contra la sacerdotisa, pero Inuyasha la detuvo.
- Si no fuera por esa niña, si no fuera porque tanto deseas cuidarla a pesar de no ser nada tuyo... nada de ésto hubiera ocurrido. ¡Katana seguiría con vida!. ¡Te odio Kagome, te odio!.
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La 8va
Fanfiction7 Guerreros. 1 Secreto. 1 Vida Falsa. 1 Chica. 1 Destino. Al abrir los ojos, te das cuenta de que tu vida no se basaba en lo que creías. A lo largo de tu vida, te han hecho creer algo que no es. El destino te lleva lejos, a encontrar para qué fuiste...