Capítulo 46

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- Cuando nuestras mentes y almas por fin dejen de luchar las unas con las otras, ese será el día en que poseas completo control sobre tu cuerpo, pequeña Naraku.

..........

- No funciona. Los pergaminos se queman tan pronto la tocan.
Decía el monje colocando una mano sobre el pecho de la chica, evitando así que la serie de convulsiones causara que se hiciera daño por tanto forcejeo.

Los ojos de Dakotsu estaban cerrados, pero su boca aun seguía gritando incoherencias. Kagome estaba más preocupada que antes.

- Esa aura es demoniaca.
Las palabras de Inuyasha la sacaron de sus pensamientos. No se había dado cuenta de que el ambiente dentro del dormitorio se había vuelto realmente pesado, podía sentir corrientes eléctricas provenientes de cada pequeño espacio, todas emitidas por la chica que se retorcía contra las manos del monje y la anciana.

- La fiebre no parece disminuir.
Oyó a Sango llegando con un nuevo tazón con agua mezclada con hierbas. Un paño fue humedecido dentro del recipiente y luego entregado a la anciana, que hizo presión ligeramente sobre la frente de la joven.

Kagome se acercó a Dakotsu y con cada paso, la sensación de sofoco se hacía más fuerte. Hasta que se detuvo al sentir algo. Era leve, como la más suave brisa de verano, pero allí estaba. Aquella energía que emanaba de ella no era del todo demoníaca, esa sensación ella la conocía perfectamente. ¿Sería posible?.

Una de sus manos alcanzó a tocar la mano de la joven y al instante notó el cambio que eso causó. La mano dejó de temblar y lo que antes era una piel bastante caliente a causa de la fiebre, cambió a una templada. Pero eso no era todo, también pudo sentir una energía latente dentro de Dakotsu.

No se había dado cuenta cuánto tiempo había transcurrido, pero los gritos habían cesado y ahora la respiración de la chica se había normalizado. Ya se había ido la fiebre y sus oscuras pestañas se movían ligeramente, quería abrir los ojos.

- ¿Uhm?.
Fue lo primero que escapó de los labios de la chica luego de haber estado gritando gran parte de la noche. Sus ojos estaba cristalizados como si hubiese querido llorar.
- ¿Qué pasó?.

Kagome negó y con cuidado, acarició una de las mejillas de la chica. Últimamente se había vuelto costumbre.
- Ya todo terminó.

Una sonrisa tranquilizadora por parte de la sacerdotisa hizo que los demás soltaran el aire que habían estado conteniendo. Excepto Inuyasha, él sabía que había algo que Kagome no quería demostrar o decir, y estaba en lo cierto.

Kagome se preguntaba cómo era posible que algo que se supone había sido destruido, aún siguiera existiendo. No podía verlo con claridad, pero podía sentirlo, más allá que sólo su escencia, pudo sentirlo cuando tocó la mano de Dakotsu y sintió cómo la purificaba.

Lo que antes había sido el arma más hermoso y a la vez letal jamás creado, había vuelto a la tierra, pero esta vez, transformada en una preciosa niña de oscuros cabellos.

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