Capítulo 3

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Los días, las semanas, los meses y los años pasaron; la pequeña Dakotsu se volvía cada vez más hermosa.

A la edad de 11 años, su pelo había crecido hasta por debajo de los muslos; en una cascada oscura de ondas que emanaban un sinfín de secretos, al igual que sus ojos.

- Madre, madre!.
La voz de la niña era la armonía misma, un canto de sirena capaz de hacer caer a las personas en el más tenebroso control.

Su belleza no se comparaba con nada y con nadie; tal vez una rosa sea la más hermosa de las plantas y si comparamos a la niña con una, tal vez encontremos algo de similitud. Solo que, a pesar de ser realmente perfecta, las rosas también tienen espinas y pueden hacer un gran daño.

- Aquí estoy pequeña.
Sakura estaba colocando flores ante la lápida de su esposo.

La guerra había terminado y una semana después de que Dakotsu nació, los hombres volvieron dando la triste noticia.

- Esto es para ti.
La niña de ojos oscuros estiró los brazos entregándole a su madre las flores que había recolectado; amapolas, las favoritas de Sakura. Sólo que éstas en especial, crecían en un lugar un tanto alejado de su aldea.

- ¿Cómo las conseguiste?.

- Yo la ayudé. Ella insistió, hermana.
Akane llegaba con una cesta llena de pan; ambas habían ido a la aldea continúa por la mañana y ahora ya casi se ponía el sol.
- Ella me dijo que quería las flores para ti, tuvimos que escalar un pequeño monte para tomarlas...

- ¿Un monte?.
Akira, quien estaba a unos metros del lugar, se acopló a la conversación al oír aquello. La anciana se acercó a su hija lentamente con su bastón y la miró.
- ¿Qué monte?.

- El monte Dāku... Dāku...
Dakotsu intentaba recordar el nombre de aquel monte, pero le era muy difícil pronunciarlo.

- Dākugurō.
Al momento de pronunciar aquello, Akira comenzó a sentir fuertes dolores en el pecho, cayendo al césped al instante.

- Madre!.
Sakura y Akane dejaron su labor corriendo junto a su madre. La presión de haber oído aquel nombre la había golpeado como si una afilada espada penetrara sobre su corazón.

- Cuida... Dakotsu... Pergamino... Cama...
La anciana dejó escapar un último suspiro, antes de caer en un profundo sueño hacia el bote que la llevaría por el mar de la muerte.
Se había ido.

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