Capítulo 39

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Algo en su mente quería negarlo, pero otra parte de ella sabía la verdad.

Todo aquel tiempo que había permanecido en la aldea se sintió reconfortada, como si jamás hubiera conocido cómo se sentía tener una familia hasta que fue llevada allí; tal vez ese era uno de los motivos por el cual quería irse, para no tener que tomar las almas de ellos. Para no matarlos.

Más otra parte de su mente trataba de contrarrestar aquel pensamiento bastante cursi que solo la guiaría a equivocarse, diciéndole que era una buena decisión. No por el "cariño" fingido que tal vez llegó a sentir, sino más bien, porque si lo hacía perdería la vida tan rápido y pronto siquiera antes de comenzar a vivirla. Aún su cuerpo era joven, necesitaba tiempo y entrenamiento para poder controlar su energía, eso solo lo lograría una vez que haya traído de vuelta a los 7 guerreros.

No llevaba mucho. La túnica al igual que el medallón, siempre estaban con ella. Eran las únicas cosas que necesitaba; la túnica la protegería del frío y el medallón evitaría que algún ser maligno se acercara a ella estando vulnerable. El único problema sería la comida, pero se ocuparía de ello más tarde.

Sus pasos fueron opacados por la noche, el silencio reinaba por todos lados y nada más que un búho lo interrumpía con suaves sonidos.

Se acercó hacia el río, aquel que le brindó sus aguas para calmar su dolor. Ahora lo dejaría para adentrarse a una nueva aventura donde deberá olvidar todo lo que aconteció aquella semana en la aldea, era lo mejor.

No volteó la vista en ningún momento, ¿para qué? Si ya estaba convencida.

Kanna no estaba con ella, solo la acompañaba su propia respiración y el latir calmado de su corazón. Era como si aquello lo hiciera todo los días, como si ya estuviera acostumbrada a la penumbra y sus pasos fueran guiados por un hilo invisible hacia su destino.

Observó la luna por unos instantes y la gran esfera luminosa, completamente llena, la saludó desde su sitio como si le deseara buena suerte. O como si le deseara lo peor del mundo por haber asesinado a su propia familia y por haberle roto el corazón a personas que realmente se preocuparon por ella.

Con aquel pensamiento flotando en su mente, tomó lugar bajo un árbol y acomodándose, cerró los ojos dejando que sus sueños la llevaran lejos de la realidad.

Como si de un nuevo patrón se tratara, aquellos ojos azules oscuros volvieron a saludarla.

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