Capítulo 69

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¿No has sentido alguna vez que eres sólo una simple marioneta? En un circo donde quien se luce es el que tira de los hilos y no la muñeca bailarina. Uno, donde una joven de cabellos oscuros lo único que puede hacer es observar mientras sus muñecas yacen amarradas por cuerdas invisibles que la llevan a realizar caos por donde sus pies cruzan.

Ahora, aquella marioneta lloraba sangre en su interior al mismo tiempo que una de sus manos se elevaban al cielo, como si quisiera tocarlo pero con el puño cerrado, a la par que una sonrisa de lo más divertida ante lo que estaba por ocurrir pintaba sus facciones. El chico de al lado, no podía hacer más que ladear la mirada de ella hacia el enorme bosque, donde desde su posición, podía oír el calor de la batalla alzarse en sus distintos puntos, donde los demás guerreros y las copias de Dakotsu se encargaban de hacer un gran revuelo contra sus enemigos.

Bankotsu se preguntaba si habría un mañana para ellos.

En cambio, Dakotsu abrió la palma cerrada y dejó que el viento se llevase la pequeña pluma blanca que había estado guardando. El aire cálido de la tarde se la llevó lejos, hacia las montañas, donde tras elevar la vista, Kagura la vio, obteniendo así su señal.

- Bien.
Tras la desaparición de la pluma entre las nubes, Kagura rompió el frasco de sangre entre sus dedos, la cual cayó en pequeñas gotas al suelo. Del cual, pequeños temblores llamaron su atención. Rápidamente se montó sobre su pluma y se elevó a los cielos.

Los demonios comenzaron a salir de entre la tierra, de entre las cuevas de la montaña y de entre el bosque. Todo tipo de formas, colores y aspectos. Algunos más horribles que otros.

En un abrir y cerrar de ojos, todos se abalanzaron para alcanzar a Kagura. La sangre de Dakotsu tenía un aroma de lo más embriagadora como para no querer hacerlo, así que ella comenzó a dejarse seguir, llevándolos hacia donde en ese momento, los gritos de lucha se hacían cada vez más fuertes.

- Una vez que lleguen los demonios, estarán rodeados. Por fin podré acabar con ellos.
Lo último Dakotsu lo había dicho en voz baja, mas lo suficientemente alto como para que su acompañante la oyera.

- Suenas igual a él.
Comentó Bankotsu mirándola de lado.

Ella sin embargo sólo seguía mirando hacia el frente, sus cejas se arrugaron ligeramente ante la comparación.
- Si aprecias tu lengua, mejor cállate.

- ¿Aquello podría ser algún cambio brusco a causa de lo que estaba por ocurrir?.
Bankotsu tenía los pensamientos un tanto confundidos. Sabía que Dakotsu podría parecer un ser sin corazón, pero parecía menos dura y cruel cuando habían tenido aquella conversación en la cocina. Se preguntaba qué había cambiado.

Estaba por mencionar algo más, pero una ola de demonios pintaron el cielo de un tono oscuro, donde la única luz provenía del medallón que ahora la chica sostenía entre ambas manos.

- Dakotsu... Dakotsu!.
Ambas miradas, tanto de la chica como la de Bankotsu se dirigieron hacia el cielo. Donde la yokai de orbes carmesíes luchaba contra un par de demonios que se habían extraviado del grupo. La sangre de Dakotsu aún seguía manchando su mano, por ello, no podía quitárselos de encima.

La pelinegra sonrió.
- ¿Hay algún problema, Kagura?.

Kagura pudo alejarse lo suficiente de ellos, todo para poder acercarse a la chica y notar aquellos orbes suyos mirándola con desprecio. Uno que no reconocía en los ojos de Dakotsu, sin embargo, ya lo había visto antes en los ojos de alguien más. Aquello la impactó.

En su mente, una voz apareció, la cual erizó completamente su piel sin dejar de sostener la mirada de la chica.

- Kagura, aún en esta vida, tu traición es igual de palpable.
Esa era la voz de Naraku.

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