6.- Intruso bajo la cama

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Te despertó la alarma de las 7 am, estiraste la mano para alcanzar tu móvil pero de repente dejó de sonar, no recordabas la hora en que fuiste a dormir pero estabas en cama.

Tu estómago sonaba fuerte, no cenaste nada y al recordar la razón, casi saltaste de la cama.

— ¡Había un ladrón anoche! o quizás sí era un fantasma... pero ¿porqué no se llevó mi alma? ¿los fantasmas pueden cargar personas? ¡aaah! ¡no! ¡hectoplasma en mi cuerpo!

— Nota mental, no revisar bajo las prendas de las personas. — pensó el chico oculto bajo la cama.

Te daba miedo voltear hacia la cocina, la habitación era tan pequeña que un giro de reojo era suficiente. Bajaste de la cama con sigilo y revisaste la puerta, cerrada con llave tal como la dejaste. Ventanas cerradas, incluida la pequeña del baño.

— No entiendo... este departamento debe estar embrujado. — dijiste metiendo las manos entre tu cabello alborotado — Pues creo que es la señal perfecta de que debo mudarme. — sonreíste nerviosa pero decidida, te irías de ahí lo antes posible para evitar otra experiencia paranormal.

Pero apenas te diste la vuelta, lo viste ahí, bajo tu cama, disimulando que no ha sido visto como todo un mediocre, ¿ese es tu idolo?

— ¡¿QUÉ HACES EN MI CASA?!

— ¡Puedo explicarl...! — se dió un golpe en la cabeza al levantarse olvidando donde estaba, ahora él era quien deseaba que la tierra se lo tragara.

— ¿Porqué te metiste a mi cuarto?  ¿qué quieres? ya te di tus chocolates, o... ¿es por lo que te debo? te pagaré el dinero pero vete de aquí, ¡por favor! — No, la verdad, ni loca le pagabas nada, te largarías en ese momento de la ciudad.

— No, no, no. Te juro que no quiero abusar de ti sólo porque no traías ropa interior anoche, es que...

— ¡¿Que, qué?! — de pronto sentiste cómo el cabello se te encrispó como a un gato furioso. — ¡V...ivo sola, ¿ok? es normal que quiera andar como se me dé la regalada gana! — justificaste como si realmente eso importara en ese momento, no dejas de sorprendernos.

— Ahh... entiendo... — En realidad era tan incómodo el tema que ya no sabía qué decir.

— ¿Cómo entraste a mi casa? — volviste al punto antes de que la vergüenza te derrotara.

— Entré antes de que la cerraras ayer.

— ¿Me seguiste a mi casa? ¿y te metiste en el momento en que llegué? ¿q...qué te pasa? — de pronto recordaste todas las babosadas que dijiste en voz alta.

— Así que te parezco lindo, ¿eh?

— Cállate.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora