73.- Gracias por todo

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Si no conocieras su profesión, jurarías que algo corrompió por completo su mente, sin embargo, una vez terminada la masacre, se te acercó, te abrazó con fuerza y escuchaste su llanto amargo lamentando lo que había hecho.

Anteriormente, los celos y el extraño sentimiento de protección lo llevaron a matar y amenazar.

Tenías una hipótesis al respecto, si Killua se volvía agresivo cuando alguien más se te acercaba porque no sabía de qué otra manera cuidar de ti, era lógico que la situación de muerte y humillación en la que estabas lo llevaría a sus límites, incluso tras haber jurado no matar a nadie más.

Lamentablemente rompió su promesa y tenía miedo de que huyeras de él.

—  Lo siento... perdón... — sollozaba arrepentido, aferrado a tu cuerpo, sus manos llenas de sangre temblaban y sentías su corazón latiendo rápidamente — lo lamento, no me odies... no soy un mounstro...

Aunque todo aquello era horroroso, te sentiste extraña, no podías sentir empatía por ellos como horas atrás pero tampoco estabas satisfecha de que murieran, te habías acostumbrado a ver morir a otros después de lo sucedido en el barco, por lo tanto, no podrías cambiarlo, esa era su naturaleza y sólo tenías dos opciones, rechazarlo o aceptarlo.

Rodeaste su cintura con tus brazos y le diste un beso en el hombro.

— Me salvaste de ser ejecutada, me defendiste de todo aquél que me lastimó y volviste por mí aún cuando te creí muerto, ¿porqué demonios te odiaría? maldita sea, Killua — acariciaste su cabello suavemente, había vuelto a ser él mismo — Te extrañé mucho...

— Igual yo, te busqué por varios días, creí que no llegaría a tiempo, siento mucho que me hayas visto en esta faceta.

— Da miedo, pensé que me volarías un dedo por error. — comentaste para no perder tu habilidad de quitarle tensión a las situaciones serias.

— Tengo muy buen control de movimiento, jamás me equivoco. — presumió el albino aún con el destrozo tras él.

— El mundo me odiará más a partir de hoy, ¿no es así? — suspiraste sabiendo lo grave que era el problema que habían ocasionado.

— Depende de ti. — respondió Killua encogiéndose de hombros sin darle tanta importancia.

— ¿Cómo?

— Si escaparas sin mi ayuda, hubieras sido perseguida hasta la muerte, por eso te hice pasar por mi esposa, nadie puede meterse contigo sabiendo eso. De todos modos, no es tu obligación seguirme la corriente, ya te causé muchos problemas.

— ¿Qué quieres decir?

A poca distancia, dos personas entraban por el muelle a paso apresurado, cuando los reconociste, tus pies se impulsaron para correr en su dirección y abrazarlos.

— ¡MAMÁ! ¡PAPÁ! ¡ESTÁN AQUÍ! — Gritaste al momento que los abrazabas, se encontraban sanos y felices de verte.

— ¡Hija! ¡¿estás bien?! ¡por dios! estábamos tan asustados! ¿te hicieron daño? ¿te daban de comer? — interrogaba tu madre al tiempo que limpiaba tu rostro ensangrentado con un paño. — por favor dime que esta sangre no es tuya.

— ¡Muchas gracias joven Zoldyck! ¡le debemos mucho! estamos en deuda con usted — dijo tu padre dandole la mano al chico y haciendo varias reverencias. 

— Mamá, creí que no lo conocían. — dijiste extrañada.

— Lo sé, lo siento, te lo contaré luego, ¿sí? es hora de irnos. — propuso mientras te cubría con un manto limpio y te guiaba por el muelle.

— ¿A dónde vamos? no puedo regresar a casa. — te detuviste de golpe. — es peligroso.

— No te preocupes, la vendimos — explicó tu padre — nos mudaremos a otra ciudad, más segura, lejos de todo esto. Ya nadie podrá hacerte daño.

— Váyanse antes de que los refuerzos y los forenses se acerquen, no tardan en llegar. — aconsejó Killua sin moverse de su sitio.

— ¿Tú no... vendrás? — preguntaste con temor, en verdad no querías escuchar la respuesta, él no te miraba a los ojos de nuevo.

— Has ganado inmunidad absoluta gracias mi mentira, nadie te irá a buscar, además, rompí la promesa que te hice al ponerte en riesgo y matar a toda esta gente, así que, un trato es un trato, te devuelvo con tu familia. — dijo sonriendo mientras sus ojos brillaban guardando lágrimas — gracias por todo, sé muy felíz.

Se dió la vuelta encaminado hacia el lado contrario a ti, sus palabras iban en serio y aunque sabías que jamás te lastimaría de forma grosera ni mucho menos física, esa última oración fué como una bala en el cerebro, como el beso de la muerte.

Y no querías permitir que acabará de esa forma.

Desprendió su característica habilidad eléctrica y se dispuso a marcharse en modalidad dios, pero no pudo dar ni un paso al escuchar tu voz llamándolo.

— ¡¡¡AALTO AHÍ!!! — chillaste gritando con toda la fuerza que te permitían los pulmones, seguido de un llanto en el cuál dijiste esa palabra con la voz quebrada y apenas audible que lo hizo detenerse, pues con esa frase se habían conocido. — gatito...

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora