58.- Agua de coco

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Rápidamente, el exorcista fué al pueblo para buscar lo que necesitaba y así revisar con cuidado aquél artefacto maldito.

— Necesito pinzas especiales para tomar esa aguja sin que la maldición me afecte, definitivamente debo salvar a quien esté dentro, aunque podría ser un demonio. Bueno, ya he vivido por 200 años, me lo tendría bien merecido.

— ¿Algo más, señor? — preguntó la cajera que llevaba un rato oyendolo hablar sólo.

— Ah... qué incómodo... — se quejó internamente — sí, me... da un agua de coco, por favor.

Cuando llegó a su cabaña, encontró la repisa rota, con todos los objetos y frascos regados por el suelo, para su suerte, al ser de un material protegido, ninguno se había roto, a excepción de uno. El de la aguja.

— ¿Dónde está? — se preguntó el hombre intentando localizar el objeto. — Es imposible que el frasco se rompa a menos que una fuerza nen lo destruya.

Un ruido en su cocina lo alarmó y supuso que alguien había entrado a robarle, ocultó su presencia para acercarse a la cocina donde no había más que un joven desnudo de cabellos blancos y ojos azules, comiéndose todo lo que había en su refrigerador.

— Oiga, anciano — llamó él, quién había notado su presencia desde antes que se acercara a la cabaña, con la boca llena de bocadillos y sin una pizca de vergüenza — ¿tiene algo de beber que no sea licor? — levantó la botella entre tantas que había a su alrededor.

La apariencia era inconfundible, se trataba del chico que había sido convertido en gato, pero entonces, si él estaba todo el tiempo atrapado en la aguja, ¿quién era el gato?

— T..tengo agua de coco.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora