50.- Se acaba el tiempo

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— ¿Qué? — no podías creer lo que acababa de decir, ¿que volvieras a casa? ¿acaso no se daba cuenta de la situación?

— Cuando me salieron las orejas y la cola creí que sería el final de la transformación — te contó analizando su propio proceso desde que comenzó a sentir los instintos felinos — resulta que mi hermano ya no tiene control sobre la aguja que me colocó e ignoré el problema pensando que ya se me pasaría, pero noté que cada día, cada hora, cada minuto estoy olvidando ciertas cosas de mi vida.

— ¿Cómo cuáles? ¿cuando naciste? ¿tu primer palabra?

— Nadie recuerda esas cosas, babosa.

— Te voy a arrojar al agua, gatito.

— ¡Adelante! — retó — eh... tú... ¿cómo te llamabas?

— Ay no, ¡se te olvidó! — te asustaste entrando en pánico.

— Jajaja, caíste. — río diciendo tu nombre.

— Al agua, gato. — lo sorprendiste empujándolo a un charco de agua.

Unos minutos después, Killua yacía empapado en la misma roca.

— ¿De verdad no se te ocurrió una mejor idea? — comenzó a lamerse el agua y luego sintió comezón — ¡wow! ¡puedo rascarme la oreja con el pie! ven, te rasco la tuya.

— Sí, sí, digo, ¡no cambies el tema! — seguías molesta — ¿porqué me dices que vuelva a mi casa?

Tras sacudirse y suspirar, decidió contarte lo que sabía.

— Me voy a convertir en un gato común en poco tiempo, si eso sucede, ya no podré cuidarte, lo mejor que puedes hacer es regresar con tus padres ahora que hay tiempo, ellos sabrán qué hacer.

— No, Killua, es muy pronto para eso, me está buscando la policía, hice todo esto para estar contigo, ¿cómo puedes decir de la nada que me vaya? ¿no sientes nada cuando hablas así?

— Perdón... — desvío la mirada sintiendo culpa — no quiero verte sufrir, si no puedo cuidarte, al menos debería ayudarte a que encuentres un lugar seguro. Todavía puedo dirigirte a tierra y quizás acompañarte a casa.

— ¿No hay ninguna forma de regresarte a la normalidad?

— La hay, pero no tenemos tiempo suficiente. — contestó lamiendose la patita sin poder evitarlo.

— ¡¿Cómo lo sabes?! intentemos hacer algo!

— Bien, hay usuarios nen que se encargan de exorcizar maldiciones que unos ponen sobre otros, no son muy comunes así que es difícil encontrarlos, además de que es costoso el servicio.

— No entendí nada pero lo encontraremos, vayamos a la ciudad, todavía podemos buscar uno.

— Sí, pero antes, quiero que sepas algo.

— Dime.

— Tienes que remar durante dos días tú solita. — dijo mostrandote sus garritas pequeñas, inútiles para ello.

— La vida me odia. — hiciste puchero como toda una floja.

— Yo te amo.

— El amor no rema.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora