61.- ¡What the cat!

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En unas semanas, ese confinamiento fué suficiente para lograr llevarte a la locura y estabas dispuesta a callar a quien fuera para defenderte.

Giraste lentamente la perilla de la habitación de tu hermano, manteniendo un silencio delicado, hasta que la puerta principal fué abierta con prisa y soltaste el cuchillo enseguida.

— ¡Hija! ¡ayúdame! ¡atropellaron a Killua! — gritaba entre llanto y lágrimas.

— ¡¿Qué?! — te limpiaste la sangre de la frente y te pusiste una gorra antes de bajar.

Nada parecía funcionar a tu favor, corriste para seguir a tu madre al auto donde yacía el malherido gato, con las piernas y la cola rotas, ensangrentadas, respirando despacio.

— ¡No! ¡Killua no! por favor, no me lo quites, ¡no a él! — Caíste de rodillas partida en lágrimas, con un dolor de pecho incontenible. — no pude ser capaz de cuidarte, no sirvo para nada, me odio, ¡me odio!

— ¡Tranquila! no es tu culpa, fué un accidente — dijo tu madre tocando tus hombros — ven, lo llevaremos al hospital veterinario, cálmate, estará bien si nos vamos pronto.

Pagaste los servicios de la clínica animal con los pocos ahorros que te quedaron de tu último empleo, sin embargo, el gato no sobreviviría más de unas horas. Tenías que volver a casa para prepararle un lugar de entierro y despedirte para siempre.

— Ya nada me importa. — tus ojos mostraban poca vitalidad, sostenias en tus brazos al gatito moribundo sabiendo que ya casi se acercaba su final.

El chico que había salido de su habitación para ir al baño, vió en el suelo el cuchillo de cocina que dejaste tirado, como no había nadie más en la casa, se dió cuenta de lo que intentabas hacer.

— Cometiste tu último error, niña imbécil.

Después de hacer sus necesidades, el programador, quien también tenía habilidades de soplón, decidió darles una mano a las autoridades para sacar la basusa de su casa.

— ¿Hola? departamento de policía del estado, ¿en qué puedo ayudarle?

— ¡Señor, necesito su ayuda! hay una asesina prófuga de la ley oculta en mi casa y... y... ¡quiere matarme! por favor, ¡vengan por ella! — actuó de forma alterada para convencer al oficial de la urgencia de su petición.

— Guarde la calma ¿me podría dar su dirección? — el oficial anotó la respuesta del chico — Enviaremos a los elementos correspondientes.

Frente a frente, conviviendo durante semanas, el chico conversaba con aquél viejo, siempre de lo mismo, la convicción de sus planes era sólida.

— No sé mucho sobre su vida, intenté encontrarla por medio de muchas fuentes y personas, me doy cuenta de que es imposible localizarla de forma convencional, no me queda otra opción más que recurrir a mi última opción, pedirle ayuda a mi familia. — concluyó terminando de comerse una hamburguesa, en un restaurante de comida rápida.

— Sí, es un gran plan, fabuloso. pero algo no me quedó claro, Killua ¿cuando te irás a tu casa y dejarás de vaciar mi cartera? — preguntó el viejo, que ya estaba harto de alimentar dos bocas gratis.

— No lo sé, pero voy a pedir otra, ¿quieres un refresco? tú pagas, obvio.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora