12.- Cobro de noche

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Recibiste un mensaje a medianoche de la recepción y dejaste a tu compañero descansando justo antes de meterte a la cama, el aviso parecía urgente y no pensaste en cambiarte de ropa, así que fuiste en tu vestido corto pijama de gatitos.

— Señor Zen, buenas noches. — tocaste la puerta donde fuiste citada, parecía otra habitación sin diferencia como para tratarse de la recepción, escuchaste la voz que te dió permiso de entrar y pasaste cerrando la puerta a tus espaldas al encontrarte con la persona indicada — ¿porqué me citó a esta hora? ¿pasa algo?

— Adelante, toma asiento, en realidad no es nada malo, pero quería verte antes. — El señor Zen tenía al menos 10 años más que tú, no era tan viejo pero tampoco era un adolescente.

— ¿Verme antes? ah, cierto, no me dijo cuál sería el costo del primer mes, necesito saberlo para transferirlo a su cuenta. — recordaste que al llegar sólo pediste la habitación y te entregaron la llave ofreciendote un paquete de estancia mensual, te enamoraste de la oferta y como siempre, no leíste las letras pequeñas.

— Claro, te enviaré el talón de pago por correo, así que eres nómada digital, ¿uh? — te ofreció una taza de café caliente servida desde antes que entraras — suena genial, ¿entonces andas sola por el mundo? tus padres no están muy lejos, ¿verdad?

— Pues, sí lo están, y a decir verdad los extraño — bebiste el café mientras contabas tu vida como el libro abierto que eras — pero yo tomé esta decisión, volveré cuando terminen mis estudios o cuando logre encontrar un lugar para quedarme.

— ¿Quieres galletas?

— Oh, ¡sí! — Dió en el punto con una de tus peores adicciones — me encantan las que llevan chocolate, son mis favoritas.

— Las chicas como tú no deberían estar solas por el mundo de esa manera — opinó el casero sin quitarte la mirada de encima, tú no podías notarlo, estabas ocupada tragando galletas — aún eres menor de edad, podrías encontrarte con personas peligrosas.

— Tengo mucho sueño... — repentinamente sentiste un mareo que alertó tu cerebro, era demasiado tarde para entender lo que estaba pasando — creo que voy a volver a mi recámara y mañana seguimos... hablan...do... — trataste de levantarte pero caiste directo al suelo, en un inevitable y profundo sueño.

— Por ejemplo, yo soy peligroso. — confesó el hombre sonriendo satisfecho por la inocencia e ingenuidad de su jóven clienta.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora