63.- Baja el cuchillo

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No dudó ni un segundo en hablarle de ti, de cómo te conoció, lo que habían pasado juntos, cada anécdota que le contaba a Silva desprendía una emoción agradable para ambos.

— Sí, la vimos todos en ese noticiero — admitió Silva con humor — una pijama de borregos, jajajaja

— No te rías... bien, sí, tiene mal gusto para vestir pero es la chica que amo.

— Mira Killua, los asesinos no somos máquinas, tenemos emociones y sentimientos como cualquier persona, pero cuando se trata de nuestra profesión debemos aprender a reprimirlos. Sin embargo, si amas a esa chica, ve por ella, porque no encontrarás ese sentimiento en cualquier persona. 

Killua respiró profundamente, aliviado de tener un padre que comprendía a la perfección el corazón de un joven asesino.

— Te lo agradezco, padre.

— Ve con tu hermano Milluki, te ayudará a localizarla.

— ¡Bien! ¡gracias! — se levantó de prisa para correr fuera del salón, abrió la puerta y volvió a ver a Silva con una media sonrisa ocultando sus nervios — ah, padre.

— Habla.

— Te quiero. — dijo esperando la reacción que fué una risilla pícara.

— También yo, Killua. Estoy orgulloso de ti.

Satisfecho y animado, se dirigió a  la habitación de Milluki Zoldyck, limpiando un par de lágrimas que salieron de sus ojos en el trayecto.

— Esas palabras, maldita sea, esas palabras son todo lo que necesitaba escuchar.

No sabías cómo lo lograbas, de alguna forma el aura sobre tu cuerpo sobresalía, arrojaste a ese inútil contra la pared y rodó por las escaleras como una bolsa de basura.

Cada escalón que bajabas llevando el cuchillo en tu mano, el cuál fácilmente le arrebataste, lograba sacarle suplicas al desdichado.

— ¡P...por fav...favor! ¡no... no me mates! s..soy tu hermano, somos familia ¿s..sí? ¡p..perdóname! ¡te daré mi tablet!

— ¿La nueva que salió esta semana? — preguntaste emocionada,  — ¡digo! de nada te sirve rogar, cuando pudiste pedir perdón no lo hiciste ¿porqué tuve que llegar a este extremo para hacerme respetar? no es mi culpa, es lo que te mereces. — levantaste el cuchillo y te quedaste mirándolo, lloriqueando como un bebé, temblando de miedo.

No pudiste evitar reír dando un paso atrás.

— Deberías ver tu estúpida cara, qué ridículo, ni siquiera te arrojé tan fuerte, tú rodaste por las escaleras como un torpe — dijiste mientras el otro seguía en posición fetal. — todo el tiempo creí que era débil, eso me hiciste pensar, pero era mentira.

Ibas a soltar el cuchillo cuando la puerta de la entrada fue destruida y enviada volando hasta chocar contra los muebles de la sala.

Sostuviste más fuerte tu arma como defensa hasta que entraron varios hombres encapuchados con armas mucho más imponentes que la tuya.

— Baja el arma — dijo el líder del escuadrón — quedas detenida por genocidio.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora