69.- Enfermedad falsa

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Para cuando Killua llegó a tu casa, los acontecimientos ya habían sucedido, por lo que, el hogar se encontraba deshabitado y vacío, sin un número de teléfono como referencia.

Llegó 5 días tarde. Pedir informes sobre lo sucedido le fué imposible, los vecinos sabían quién era y mantenían sus puertas cerradas por temor a ser asesinados.

Así fué como terminó entrando al único lugar abierto, un pequeño café cercano.

— ¿Me estará evitando? ¿de verdad me habrá abandonado? ¿y si no regresó a su casa? — divagó en sus pensamientos, mientras se metía a la boca un cupcake tras otro. — creo que estoy obsesionado, veo su rostro hasta en la empleada de este lugar.

Cuando se terminó los postres y el chocolate, su estado emocional mejoró un poco, no imaginó que las personas supieran hacer alimentos creativos con su chocolate favorito.

Cuando pidió la cuenta, pagó con tarjeta y firmó usando su nombre.

Además de ser un pago con una gran propina, la mujer también reconoció el nombre y no dudó en ir tras él para detenerlo antes de que se fuera. Le habló apenas pudo estar a unos pasos de distancia.

— ¿Killua?

Al escuchar que lo llamaban se detuvo y empezó a sospechar que aquella mujer sabía algo importante.

— Sí, soy yo, ¿sucede algo? — esperó la respuesta mientras a aquella mujer le brillaban los ojos de gusto.

— Tú... — para mala suerte de ambos, ella olvidaba todo con facilidad — te llamas como mi gatito.

— Eh... ¿eso es todo? — se confundió pensando que recibiría información más útil.

— Sí, creo que sí — respondió ella rascándose la cabeza. 

— Cariño, ¿porqué no estás en el café? — llegó el esposo en su auto para recogerla antes de cerrar — ¿quién es este chico?

— ¡Es Killua! — lo presentó palmeandole la cabeza — ¡se llama como el gatito que trajo nuestra hija!

Al decir eso, el albino se quedó mudo, no estaba alucinando, el parecido que notó quizás no era su imaginación.

— Entiendo — contestó el esposo bajando del auto y separándola de Killua — muchacho, disculpala, padece Alzheimer y a veces confunde a las personas...

— No. Dudo que esté confundida — interrumpió Killua dirigiendose nuevamente a la mujer — Continué, ¿dijo que tiene una hija?

— Ella... ah... sí... pero... — bajó la cabeza con pena, incapaz de decirle lo que te había ocurrido.

Pero ya que el hombre notó la preocupación sincera en el muchacho y decidió decirle la verdad.

— Se la han llevado. Recibimos en casa una orden de arresto por un grave delito, pero no encontramos un registro de ella en las prisiones del país. Nos dijeron que probablemente fué la marina extranjera.

— ¿Qué? — cada palabra dicha le causó una fuerte conmoción, habían dado contigo demasiado rápido y además, sabía que los extranjeros tenían inmunidad absoluta ante las leyes casi tanto como los asesinos profesionales, eso le resultaba un verdadero problema.

— Disculpa, quiero preguntarte ¿qué eres de mi hija? — indagó tu padre al no reconocerlo como algún vecino ni amigo de la infancia, jamás lo había visto.

— Soy... su... — Killua lo sobrepensaba tratando de no asustarlos al revelar quién era.

— Es su prometido. Killua Zoldyck, asesino profesional. — exclamó tu madre tomándolos por sorpresa.

— Cariño, creí que no lo recordabas... — dijo el padre un tanto sorprendido.

— Mentí. — confesó la mujer, quien todo el tiempo usó la enfermedad a su favor para defenderte — No tengo Alzheimer.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora