18.- Sueños humedulces

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— Me refería a esto. — Explicó Killua desenvolviendo un suave tapete en el suelo. — Tienes que acostarte aquí, es como estar en las nubes. Un momento, ¿Qué pensaste que quería? cochina~

— ¡Cállate! — le arrojaste la otra pantufla.

Después de quitar los pétalos de la cama, disfrutaste de la comodidad del colchón mientras trabajabas, revisando correos de clientes de las empresas para las que trabajabas.

Uno de esos correos tenía asunto de urgencia y lo abriste un poco preocupada, era de tu jefe, quien personalmente te contactó para darte una mala noticia.

— ¿Des...pedi...da? — llorabas en silencio al saber que habías perdido tu empleo digital. Adiós vida de nómada, estabas en la ruina.

El motivo fue debido a la muerte del señor Zen, donde se te acusaba falsamente de ser cómplice de homicidio, incluso algunos medios afirmaban que habías contratado un asesino a sueldo para acabar con su vida porque se negó a mantener una relación contigo a espaldas de su esposa. Así es, los medios deformaron todo en tu contra de una manera cruel.

Perdiste tu credibilidad, tu dignidad, tu empleo y ni siquiera había sido tu culpa.

— Soy tan idiota, mamá tenía razón, soy ingenua y demasiado jóven para vivir sola, no pude mantener mi empleo y no podré seguir pagando mis estudios, ¡¿que voy a hacer?!

Sobre la alfombra, Killua fingía estar dormido, sintiéndose culpable al escucharte llorar por su culpa, otra vez.

Miraste tus siguientes correos uno tras otro con mensajes negativos que terminaron con tu autoestima, buen humor y confianza.

Lloraste hasta quedarte dormida y despertaste casi a media noche. Cubierta por una colcha acogedora, y a tu lado el orígen de tus males durmiendo plácidamente.

— Gracias gatito, arruinaste mi vida. — murmuraste lo más bajo posible, pero no estabas molesta con él, te culpabas a ti misma por dejarlo entrar en tu vida. — En esta ciudad hace mucho frío de noche, ya estoy tan lejos de casa que empiezo a extrañar mi hogar. Pero... ¿debería volver?

Permaneciste perdida en tus pensamientos hasta que pudiste notar que Killua se abrazaba a tu cintura recargando su cabeza sobre tu cuello, la tibia respiración en tu oreja enchinó tu piel. Pensaste en empujarlo por su atrevimiento, mas, pronto notaste que estaba profundamente dormido, ¿o talvez no?

— Voy a lamer aquí, ¿está bien? después me comeré todo tu cuerpo. — Susurró con voz ronca provocandote un cambio de color extremo en el rostro.

— Que mal momento para existir. — Apretaste las sábanas al sentir la humedad de una lengua suave recorriendo tu hombro y tu piel en lugar de ayudarte a reaccionar se enchina de gusto. — Por un demonio, lo que me faltaba, está en celo, diosito ayúdame.

Lo sentimos, Diosito está comiendo palomitas ahora mismo.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora