21.- No te vayas

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— ¿Cómo es eso de que te enchufaste un cable a la muñeca? ¿Qué eres? ¿un robot? — Interrogaste a Killua justo después de escucharlo afirmar que la cuenta de luz era correcta.

— Lo necesito para poder hacer esto. — respondió llenándose de electricidad incandescente que cegaba tu vista.

— ¡Ah! ¡¡mis ojos!! — gritaste al quedarte medio ciega por 10 segundos. — ¡Avisa que harás eso!

Aclarado el asunto de la luz. Recibieron un llamado a la puerta de parte del personal del hotel.

— Servicio a la habitación para los recién casados. — se escuchó la voz en el corredor.

Volteaste a ver a Killua haciendo una mueca juzgadora, por su culpa los empleados creían que era tu esposo.

— ¡Esto es genial! — Exclamó el copito de nieve con ojos brillosos al ver tanta comida deliciosa en las bandejas de los carritos de servicio que dejaron para ustedes — ¿tienes hambre?

— Eh, no. — Te diste la vuelta para tomar tu bolso sin siquiera ver el menú — come tú, no tengo apetito.

— ¿Estás bien? — Dirigió su atención a ti. No podías ocultarle ese tipo de sensaciones, supo que algo te ocurría, tu única opción era contarle lo que había pasado.

— No, anoche me despidieron. — se te hizo un nudo en la garganta, te costaba asimilarlo, empezaste a desahogar tus preocupaciones aún si Killua no te escuchaba — no tengo trabajo, quizás tenga que volver a casa. — cuando mencionaste eso, él abrió los ojos como platos, preocupado y asustado. — Killua, lo siento, ya no puedo vivir contigo.

— ¿Qué? — ignoró por completo la comida y el resto de sus pensamientos, despues de todo, no estaba en sus planes alejarse de ti, le dolía el pecho al intentar procesar tus palabras.

— Ya oíste gatito, debo volver a mi fracasada vida. Provecho, adiós. — Quisiste salir lo más pronto posible, verlo sorprendido no era precisamente la reacción que esperabas y tampoco querías sentir compasión.

— No. — detuvo la perilla de la puerta de manera fugaz, manteniendo la cabeza abajo, pudiendo verse tan triste como sombrío — Yo me haré cargo de ti.

— Ya hiciste mucho por mí, no tienes que molestarte más. — Intentaste retirar su brazo de tu camino pero no lograbas hacerlo ceder, de inmediato notaste que su mano ahora era una garra, sostenía tan fuerte la perilla que la deformó. — perdóname por no lograr entender tu complicada forma de ser. — murmuraste evadiendo el contacto visual.

— ¿Soy complicado? — volvió a confundirse reflexionando en la actitud que tenía hacia tí, admitiendo para sí mismo que cometió muchos errores, principalmente porque no te dió tu espacio, ni se tomó tiempo para conocerte antes de decir todas las cosas que te ofendieron — ¿Quieres que sea más directo?

— Ya eres lo suficientemente directo, ¿no?

— No, ¡no lo he sido! y si ser directo hará que te quedes... — Hizo que tu piel se enchinara y palidecieras al sentir las frías, duras y afiladas garras rasgando tu blusa por la mitad, dejando tu escote expuesto — te voy a revelar mis verdaderas intenciones.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora