68.- Por una desconocida

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— Esta es su dirección. — dijo Milluki entregándole a Killua una memoria con la ubicación de tu casa — ¡AHORA DAME MIS FIGURAS DE COLECCIÓN!

El trato estaba hecho, se despidió de su padre prometiendo regresar una vez que te encontrara.

Emprendió el viaje de inmediato sin acompañantes, porque la única compañía que necesitaba eras tú.

— ¿Cómo sabemos cuándo es nuestro turno? — preguntaste en medio del silencio tras pasar horas durmiendo, las luces del pasillo se encendieron como si estas indicaran que era de día.

— Esos perros no te dicen nada — contestó la misma mujer en la celda de al lado — pero cuando se llevan a uno, no volvemos a saber de él. Es un tipo de ruleta rusa, jamás sabes cuándo te toca morir.

— Oye, si van a matarnos, ¿porqué no intentamos conocernos?

— ¿Qué caso tiene? eso no reducirá el dolor que sentiremos cuando una sea enviada.

— Por favor, aún no es el fin, sólo...

— ¡Shh! alguien viene.

Todos guardaron silencio en el acto, un grupo de soldados armados, con las cabezas cubiertas marcharon por el pasillo, tu corazón latía intensamente al escuchar cómo los pasos se formaban fuera de tu celda.

— ¿Tan pronto? — pensaste mientras te arrinconabas, tragando saliva, deseando desmayarte o sufrir un paro cardíaco, cualquier cosa que evitara lo que estaba por ocurrir.

Cerraste los ojos y agachaste la cabeza entre tus rodillas.

Escuchaste la puerta abrirse.

Pero no era la de tu celda.

Sino la de al lado.

— No, ¡no! ¡por favor! ¡¡no!! ¡no es mi turno! ¡sueltenme! quiero vivir! quiero vivir! ¡¡¡NOOO!!!

Después del arrastre de la mujer fuera del corredor, la puerta fue cerrada nuevamente y los soldados salieron de ahí.

— No supe ni su nombre... y aún así...

Jamás pensaste que llorarías por un desconocido, de pronto ese lugar se había vuelto más lúgubre.

Tus padres preguntaron por ti en el departamento de policía, en las oficinas de seguridad, en las prisiones y juzgados. Nadie sabía sobre ti, tu nombre no estaba registrado en ningún lado.

Hasta que un vecino les confesó avergonzado que vió a un equipo de la marina fuera de la casa la noche en que se llevaron a su hija y lamentaba no haberselos dicho, ya que esos hombres eran sumamente peligrosos.

— Su hija probablemente ya esté... — ellos entendieron al instante, estaban enterados de lo que hacía la marina de su país con los criminales de alto riesgo y eso logró aumentar el remordimiento de no haber sido capaces de evitarlo.

Al día siguiente, decidieron poner en venta la casa y mudarse a otro lugar para dejar ahí los recuerdos tristes.

Tu madre trabajó su último turno antes de irse de la ciudad. Casi no había clientes. Era una tarde melancólica.

Incluso para la clientela.

— Aquí está su chocolate caliente. — dijo al único chico que estaba ahí. — ¿algo más que deseé?

El muchacho leía el menú interesado en uno de los postres y después miró a la mujer para señalar lo que quería, con los ojos opacados de tristeza pero con mucha hambre por el largo viaje que había hecho.

— Me trae todos los cupcakes de chocorrobot que tenga.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora