72.- Exceso de muertes

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La conmoción y el horror se apoderaron de los presentes, nadie se esperaba que nuevamente se pronunciará aquél chico públicamente, dejando al juez congelado en su sitio al escuchar lo que dijo ya que la primera vez, los medios se lo habían tomado como una broma de muy mal gusto. Pero era verdad.

— ¿Su... s..su esposa? — tembló desde el estrado — N...no no sabíamos que ya estaban casados, jo...joven Zoldyck... el gobierno nos permitió...

— Lo dije claramente aquella vez — Interrumpió dedicándole una fría mirada sedienta de sangre —Con la intención de que nadie se le acercara e ignoraron mi palabra. — Ambas manos convertidas en filosas garras, rodeado de energía eléctrica destellante, dispuesto a cercenarle la cabeza al primero que lo desafiara — ¡¿cómo quieren que les haga entender que ELLA ES MÍA?!

Con aquella última frase, la transmisión en vivo, así como todo aquél aparato electrónico, colapsaron, el público quedó incomunicado, las puertas permanecían cerradas, las pantallas apagadas, la luz del día era lo único que mantenía el ambiente estable, la oscuridad le habría dado una peor experiencia a los arrepentidos presentes.

Los soldados que apuntaban sus armas hacia ti cayeron al suelo como si de repente perdieran la conciencia. Entre gritos y escándalo del público se dieron cuenta de que todos estaban muertos.

Killua Zoldyck les había arrancado el corazón en un parpadeo.

Todo estaba sucediendo tan rápido que no sabías si alegrarte por el rescate o preocuparte porque no siquiera te había mirado a los ojos desde que llegó.

— Killua... — susurraste a la distancia, las esposas que llevabas tras la espalda estaban rotas, él había sido lo suficientemente veloz para romperlas sin que lo notaras.

La transmisión en vivo volvió en una sola cámara que enfocaba a los espectadores mientras el asesino profesional se disponía a complacer al país.

— No se molesten, la ejecución pública seguirá — dijo Killua sonriendo como un psicópata —  tan sólo cambiaron las víctimas.

El cuerpo no te respondía, quedaste paralizada, llamándolo una y otra vez, tu voz se perdía entre los gritos, llantos y suplicas de las miles de personas que llenaban las bancas, trepando unas sobre otras, algunos lanzándose al agua mientras otros menos afortunados terminaban muriendo al ser exterminados por el intenso choque eléctrico que sin piedad fué lanzado contra ellos.

— ¡KILLUA BASTA! ¡DETENTE! ¡YA NO LO HAGAS! ¡¡¡POR FAVOR!!! ¡¡¡KILLUAAA!!!

No podías alcanzarlo, no pudiste detenerlo y nadie más se atrevió a hacerlo. El temor hacia los Zoldyck creció tanto que el país entró en luto, sin posibilidad de volver a meterse con ellos.

Y tú. Observando el genocidio en primera fila, bañada en llanto al intentar desesperadamente ser escuchada y además cubierta de sangre ajena.

— ¿En qué me metí? — Sonreiste nerviosa. — ¿Quién es Killua Zoldyck?

La otra cara de la moneda no sería tan linda como ese gatito.

Alto ahí, gatito [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora