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" — (N-Nombre)... — la nombrada se dio la vuelta al escuchar su nombre siendo pronunciado con cierto nerviosismo y timidez, encontrándose con su amigo Ken.
Sonrió algo enternecida al verlo con sus pómulos rosados, aunque maldecía a aquellas horribles gafas por no dejarla ver por completo su adorable rostro. A pesar del tiempo que llevaban siendo amigos ella seguía sin ver lo que ocultaba tras aquellas lentes, eran tan poco transparentes que ni conocía el color de sus ojos. Era frustrante, pero sabía que él las necesitaba para ver.
— ¿Qué ocurre, Ken? — contestó con una sonrisa dulce, bajando la mirada hacia el paquete de galletas que tenía entre sus manos.
— ¿T-te gustaría ir a comer galletas conmigo? — su voz sonó algo nerviosa. A pesar de la confianza que había entre ellos, él seguía actuando de esa manera tan tímida con ella.
Le daba miedo que ella lo considerase un acosador por estar siempre detrás suya, pero es que no podía evitar sentirse feliz a su lado, después de todo, el amor te hace querer estar con la persona que amas en todo momento...
— Claro.
Aquella respuesta lo hizo sonreír con un rubor en sus mejillas, haciendo que el corazón de la chica latiese con fuerza, poniéndose ahora ella nerviosa. Tuvo que apartar la mirada para poder relajar sus latidos, pero la volvió a centrar en él al escuchar un golpe y un quejido suyo.
Se lo encontró sentado en el suelo, mirando con miedo y desprecio a Amber. (Nombre) la miró con asco. ¿Cómo se atrevía a empujarlo de esa manera y mirarle con una sonrisa burlona?
— Ten más cuidado por donde caminas, pringado — comentó la chica, riéndose junto a su dúo de amigas.
— Ten más cuidado tú, bruja. Al parecer eres tú la que necesita gafas — le contestó sin ningún miedo, ganando la atención de ellas, incluso la de su amigo, que se encontraba en el suelo mirándole con sorpresa.
Amber dio un paso hacia ella, como tratando de golpearla o algo parecido, más Castiel se puso delante y la detuvo.
— Será mejor que no hagas nada y te largues — amenazó con una mirada afilada.
La rubia frunció el ceño entre una mezcla de vergüenza y rabia, pero obedeció a su amor platónico y se fue de allí junto a sus amigas. La de cabellos castaños se arrodilló frente a su amigo y le preguntó si estaba bien.
