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(Nombre) había caído del cielo de la peor manera posible. Era un cherubín abeja, con alas delicadas y un cuerpo menudo que brillaba con un leve fulgor dorado, como si aún conservara un pedazo de paraíso. Pero el exterminio anual de los ángeles la había atrapado en el Infierno, arrastrada por un grupo de demonios que la capturaron junto a otros como ella. La idea era venderla en trozos: alas para decoraciones exóticas, antenas para pociones, el resto para carne fresca en el mercado negro. Estaba atada en una jaula sucia, temblando, cuando Valentino apareció.
Valentino, el overlord del porno en el Infierno, con su abrigo rojo y sus antenas de polilla que se movían como si olieran el miedo. La miró de arriba abajo, con esos ojos rosados que no parpadeaban, y pagó un precio ridículo por ella. No para venderla en pedazos, no. La quería solo para él.
―Esta es mía ―dijo a los vendedores, con esa voz ronca y arrastrada que hacía que el aire se sintiera más pesado. La sacó de la jaula como si fuera un paquete, la cargó sobre su hombro y la llevó a su torre en el distrito V.
Desde el primer día, (Nombre) intentó escapar. No era tonta; sabía que el Infierno no era su lugar, que su hogar estaba arriba, en el Cielo, con los otros cherubines. Esperó a que Valentino se distrajera con una de sus fiestas o con sus estrellas porno, y se escabulló por una ventana rota. Corrió por las calles rojas y húmedas de Pentagram City, con el corazón latiéndole fuerte en el pecho. Pero Valentino la encontró antes de que llegara al borde del distrito. Siempre la encontraba. Sus demonios estaban por todas partes, y él tenía esa forma de rastrear lo que consideraba suyo.
La primera vez, el castigo fue simple: la ató a la cama de su suite, le quitó las alas temporalmente con un hechizo que ardía como fuego, y la dejó allí durante horas, sola, hasta que el dolor la hizo llorar.
―No vuelvas a intentarlo, cariño ―le dijo cuando volvió, acariciándole la mejilla con un dedo largo y frío―. Eres mía ahora. Acéptalo.
Pero (Nombre) no lo aceptó. Escapó de nuevo dos semanas después, esta vez robando una llave de uno de sus guardias. Llegó más lejos, casi al portal que llevaba a los anillos inferiores, pero Valentino la interceptó en una esquina oscura.